Cuando la pantalla se convierte en un espacio transicional y la virtualidad no deja solo heridas, cuando las intervenciones desde la clínica psicopedagógica hacen efecto y los movimientos en el tratamiento, se producen.
Simón es derivado al Equipo de Psicopedagogía del Hospital Álvarez a mediados de 2019, por la psicóloga que estaba trabajando con él dentro del Servicio de Salud Mental, refiriendo cierta preocupación por la escolaridad del niño, ya que asistía a 3er año de EP y aún no estaba alfabetizado. La madre refiere que le preocupa que no aprenda. La escuela, por su parte, había decidido que Simón estuviera en promoción acompañada en 3ero.
Durante los primeros encuentros, Simón se mostró como un niño de pocas palabras y en muchas ocasiones, terminaba gran parte del encuentro de espaldas, mirando la pared. Era muy difícil poder intervenir allí y que algo de mi discurso generara un movimiento en él. En algunas sesiones, le pregunté si quería que ingresara la mamá para que entre los dos pudieran contarme qué le estaba ocurriendo y él accedía. Simón miraba a su madre y ella respondía por él o bien confirmaba lo que el niño deslizaba. Esto mismo continuó ocurriendo durante todo el período diagnóstico.
Estas situaciones hicieron que repensara mucho mis formas de intervenir. Decidí iniciar algunos encuentros contándole algo de mí, qué me gustaba hacer en mis ratos libres, cuál era mi trabajo, mis intereses…y así, Simón fue dando la vuelta. Dando la vuelta, de manera tímida primero, como si quisiera escuchar lo que tenía para contarle pero espiando, todavía sin mostrar su cuerpo del todo, dando la vuelta hacia el encuentro conmigo, dando la vuelta, más adelante, para hablar acerca de él, incluso para decirme “Este juego no me gusta mucho, mejor voy a elegir uno yo”…dando vuelta hacia el encuentro con un Otro, desconocido por él pero con interés de conocer. Un Otro poco familiar, que le propuso abrirse camino a la exogamia para poder explorar los aprendizajes desde allí.. Como sabemos, ese encuentro se hacía imprescindible para poder construir un vínculo. Un vínculo posible entre él y yo, entre Simón y el objeto de conocimiento.
Durante el primer año de tratamiento psicopedagógico, Simón estaba descubriendo los procesos de lectura y escritura. Comenzó a mostrar el interés por el fútbol, así que los nombres de diferentes equipos del mundo empezaron a trazarse sobre las hojas del consultorio; partiendo de imágenes o videos para luego pensar juntos cómo podríamos escribir esos equipos, para registrar contra quiénes había jugado la selección Argentina y cuántos goles había metido ¡Messi! ¡Nada menos!
Llegó marzo de 2020 y con él la virtualidad, y con ella, llegaron las dificultades en la comunicación y se interrumpió así el trabajo directo con Simón. ¿Por qué digo “directo”? Bueno, porque las intervenciones fueron a través de la mamá, con quien se continuó la comunicación mediante mensajes de WhatsApp y quien iba poniéndome al tanto de cómo transcurrían las semanas para Simón. Me decía que ella lo estaba ayudando con algunas tareas pero había cosas que se empezaban a complicar. En mayo, muy contenta, me cuenta que habían logrado tener wifi pero la comunicación con Simón tendría que esperar un mes más. Llegó junio y apareció Simón del otro lado del teléfono, nos vimos a través de la pantalla, ¡pero nos vimos! Y luego de saludarme, dice: “¿me podés enseñar a dividir?”.
Y resulta que esa frase se resignificó en todo el proceso de trabajo con él. Por un lado, apareció el deseo de Simón de aprender, apareció la demanda de Simón, apareció Simón en una posición diferente frente al aprendizaje; y por otro lado, le pidió a su psicopedagoga que le enseñara a dividir. Si buscamos en el diccionario sinónimos de la palabra dividir aparece “partir, fraccionar, separar, cortar, desagregar”…ese desagregar a la masa unificada que conformaba Simón con su mamá y comenzar a separarse para poder constituirse subjetivamente como un sujeto independiente y con características que lo hacen autónomo. Sin embargo, en 4to año de la escuela primaria, aún se encontraba en proceso de alfabetización, por lo cual resultaba imprescindible, por ejemplo, que alguien leyera los enunciados por él, que alguien le leyera para que él pudiera producir.
En este devenir, fueron surgiendo ciertos cambios en la trama familiar: la mamá de Simón retomó sus actividades laborales y con intervenciones de parte de ambas terapeutas, psicóloga y psicopedagoga, la hermana mayor de Simón fue ingresando en la díada (madre-hijo) y ocupando ese lugar de terceridad. Poco a poco, Simón fue trayendo la tarea al espacio de consultorio virtual que se empezó a construir. Construcción necesaria para continuar, para sostener, para recuperar…¿el tratamiento?
Surgieron muchas preguntas en este trabajo psicopedagógico virtual: “¿esto es tratamiento psicopedagógico?”; “¿se puede trabajar a distancia?”; “¡no trabajamos con máquinas o pantallas, trabajamos con personas!”; “hay muchas dificultades de recursos, es muy difícil lograr la comunicación”…creo que fueron preguntas, hipótesis, pensamientos, miedos, que me/nos llevaron a re-pensar mis/nuestras prácticas, que generaron movimientos que se fueron dando en los equipos de trabajo, entre colegas, con nosotras mismas…
En este caso, es importante destacar la función que cumplió la virtualidad, la función de la pantalla como terceridad. Me pregunto qué fue lo que sucedió con Simón que facilitó el intercambio, que generó ese movimiento a través de las intervenciones, que influyó de esta manera en el desarrollo de sus procesos. Es contradictorio, cuando pensamos que la pantalla alejó, que obstaculizó el vínculo y que impidió o limitó ciertos modos de accionar, a Simón, en cambio, lo ayudó.
Se hace preciso citar aquí a Donald Winnicott con el concepto de espacio potencial, el cual refiere a una
“(…) zona hipotética que hay (…) [entre el niño y su madre] durante la fase del repudio del objeto como no-yo, es decir, después de haberse fusionado con el objeto” (Winnicott, 1998, p. 143).
Refiere aquí al proceso de separación-individuación que hace un individuo y que podemos interpretar en el proceso de Simón respecto al pedido “¿me enseñas a dividir?” o bien observando su cambio de posición frente a diferentes juegos, pudiendo poner palabras a sus gustos, intereses, deseos. Se considera a la pantalla con esta función de espacio potencial, que habilitó, en parte, este movimiento en Simón. La virtualidad hizo de zona intermedia, la pantalla funcionó como ese espacio intermedio entre el niño y el objeto que representa al mundo exterior. En este sentido, el pedido de Simón no resulta azaroso. Por otro lado, Winnicott ubica a esta zona intermedia como un espacio donde está la experiencia cultural o el juego creador. Tomo aquí el aspecto cultural ya que la lectura y la escritura también permiten hacer lazo con ese Otro. También, si se me permite, pienso la escritura como un juego, desde su aspecto simbólico, de representación, desde este espacio como una experiencia con otros, como el aprendizaje en sí mismo, en interacción con un Otro. De este modo, se habilitaría el ingreso y la apropiación del objeto de conocimiento para Simón.
Continuando con el marco teórico, quisiera tomar el concepto de Estadio del espejo que desarrolla Jacques Lacan, vinculado a los precursores de la simbolización.
“Este estadio conforma el periodo en el que el Yo se constituye. El niño se identifica con una imagen virtual que devuelve el espejo, la cual tomó como imagen de otro y luego se da cuenta que esa imagen le corresponde y allí se recibe esa imagen con alegría ya que está completa. Por lo tanto, la imagen se constituye afuera y luego el niño la incorpora al identificarse con ella. El niño incorpora la imagen completa del espejo, que es el Yo ideal, el cual entraría en el registro de las identificaciones: primarias, del niño con su semejante (su Yo ideal); y secundarias, al permitirle al sujeto establecer y organizar su relación con la cultura. Es decir que la imagen forma una matriz simbólica en la que el yo se vuelca de forma primordial y esto se da en un espacio especular y en un tiempo” (Lacan, 1949).
Podríamos pensar, siguiendo la lógica teórica de este autor, a la virtualidad como forma de espejo, pudiendo Simón identificarse con la misma y así continuar con el desarrollo psíquico que lo constituye como sujeto.
Quisiera tomarme un momento para hablar de la construcción de este espacio que he denominado consultorio virtual, posibilitado por la transferencia que ya se había armado con Simón. En la virtualidad, tal como desarrolla Daniel Calmels,
“lo temporal pasó a reemplazar al espacio”. (Calmels)
Es decir, se miden las acciones, los sucesos y los momentos en tiempo únicamente, ya que el espacio fue siempre el mismo durante un largo periodo. En este “proceso de continuidad” se borran los intervalos, el estar y no estar (presencia-ausencia), el adentro y el afuera…en esta continuidad, la pantalla es pura imagen. Sin embargo, desde el espacio físico se fueron produciendo cambios, a través de mis intervenciones como psicopedagoga, como el sujeto supuesto al saber, y la transferencia ya construida tanto con Simón como con la mamá, y así el niño pasó de realizar la comunicación en un espacio común, a encontrar un lugar de la casa (la terraza) en donde esperaba el llamado. En este sentido, el espacio físico y simbólico se fue construyendo.
Fueron estos recursos simbólicos, los que habilitaron la posibilidad de separación y el movimiento de Simón situándose en el lugar de aprendiz, posicionándose activamente frente al aprendizaje.
Lo que quedaba en el cuerpo (en el consultorio del hospital) se tuvo que poner en palabras. Y “(…) La palabra se inscribe en la función del reconocimiento. Se habla para otro sujeto.” Así, Simón pasó de ser hablado por otro a poder hablar para otro. Sucedió que en una comunicación a través de videollamada, por alguna razón de orden tecnológico que desconozco, Simón podía verme y escucharme pero yo solo podía verlo, no escucharlo. Y entre distintos juegos surgió el dígalo con mímica pero también con palabras, entonces empezamos a usar el cuerpo y le agregamos letras, palabras, inscripciones simbólicas…y todo sucedió a través del y en el juego, por lo tanto, sin riesgos.
La intervención con la escuela, desde la virtualidad, tuvo mayor continuidad y se brindaron sugerencias concretas para que Simón pudiera realizar las actividades de manera un poco más autónoma, por ejemplo: que se brindara el material en imprenta mayúscula, que se redujera la cantidad de ejercitación y que pudieran convocarlo a conectarse y participar de las clases virtuales. Esto fue sucediendo con el tiempo y también se fueron pensando estrategias desde la escuela como las clases de apoyo con grupos reducidos, en donde Simón comenzó a involucrarse más con los objetos de conocimiento, con los aprendizajes. Además, se articuló en el vínculo entre la maestra y la mamá de Simón, ya que no estaban teniendo comunicación. Asimismo, la maestra pudo anticiparme algunos textos, los cuales pudieron ser trabajados con el niño en los encuentros virtuales. De este modo, la escuela pudo alojarlo desde un espacio pensado para él. Simón comenzó a traer la tarea a estos espacios, a pedir ayuda en actividades determinadas y a elegir o proponer juegos.
Por último, quisiera referirme a la Inhibición cognitiva, entendida como un
“mecanismo yoico con el cual el sujeto ataca la función” (Lacan),
en este caso la función cognitiva; es decir, hay una inhibición del pensamiento. Cuando se habla de mecanismo yoico, se hace referencia a la no existencia de metáfora, al empobrecimiento del yo. Este mecanismo está puesto al servicio de no perturbar la imagen yoica. La inhibición que Simón presentaba tenía como función restar angustia que surgía ante el objeto de conocimiento y las dificultades que éste mostraba. La imagen está al servicio de tapar, por eso fue necesario jugar a dar la vuelta para poder encontrarnos, para poder mirarnos y trabajar en interacción. Por esto, también, una de las intervenciones fue hablar de mi persona, correr la mirada de Simón, que pudiera salir del lugar de ser mirado en su no poder, de ser interrogado para no saber qué decir, para que pudiera producir.
“¿Qué es un libro en sí mismo? Un libro es un objeto físico en un mundo de objetos físicos. Es un conjunto de símbolos muertos. Y entonces llega el lector adecuado, y las palabras -o, mejor, la poesía que ocultan las palabras, pues las palabras solas son meros símbolos- surgen a la vida, y asistimos a una resurrección del mundo.”
Jorge Luis Borges, 1967.
Bibliografía
Calmels, Daniel. (2020). Jornada virtual.
Filidoro, Norma. (2016). Para que el aprendizaje haga juego. En Coriat, E, Taratuto, N, Sykuler, C, Maidagán, D, Enright, P, Giuliani, N, Brukman, S, Filidoro, N, Tafetani, S, Sulianky, A, Neiman, F y Jerusalinky, A. Ed La infancia en juego, Letra Viva.
Freud, Sigmund. (1915). Conferencias de introducción al Psicoanálisis. Conferencia 27: La transferencia.
Freud, Sigmund. (1926). Inhibición, síntoma y angustia.
Lacan, Jacques. (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica. Congreso internacional de Psicoanálisis. Zurich.
Lacan, Jacques. (2009). El mito individual del neurótico o Poesía y verdad en la neurosis. Ed. Paidós. Bs. As.
Winnicott, Donald. (1998). Realidad y juego. Ed. Gedisa, Bs. As.
Gioia Vanina Hebrero
- Lic. en Psicopedagogía (USAL).
- Profesora en Psicopedagogía (USAL).
- Concurrente de 4to año Equipo de Psicopedagogía Hospital Gral. de Agudos Dr. Teodoro Álvarez, Servicio de Salud Mental.
- Atención clínica en consultorio particular.
- Docente de apoyo a la inclusión.