SIN TIPS

Giselle Aronson

(El presente artículo utiliza lenguaje inclusivo para referirse a niños y niñas)

 

En La subjetividad en el lenguaje, Emile Benveniste plantea

“es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto…Nunca alcanzamos el hombre reducido a sí mismo, ingeniándose para concebir la existencia del otro. Es un hombre hablante el que encontramos en el mundo, un hombre hablando a otro, y el lenguaje enseña la definición misma del hombre.”

Podemos suscribir a este paradigma desde múltiples disciplinas: la antropología, la sociología, la psicología, la lingüística. Desde este marco, nos ubicamos en un modo de entender el lenguaje y también en una praxis.

Quienes trabajamos en espacios terapéuticos en el área de la constitución del lenguaje, recibimos a niñes cuyo lenguaje, por variadas circunstancias, es catalogado como demorado, enlentecido, con dificultades que obstaculizan la comunicación. ¿Catalogados por quién o quiénes? Terapeutas, familias, educadores, instituciones; la sociedad y la cultura.

Advertidas estas dificultades, padres y madres comienzan un derrotero de búsqueda de diagnósticos, profesionales, orientación.

En ocasiones, y por una tendencia de las actuales modalidades de abordaje, surgen los baremos, porcentajes, cuestionarios, manuales que buscan clasificar esas dificultades y también se ofrecen etiquetas diagnósticas y respuestas simplificadas y reduccionistas que intentan explicar causas y lanzar pronósticos.

Entonces, encasillado así como un aspecto aislado, como un objeto de laboratorio, la constitución del lenguaje y la comunicación parecieran quedar por fuera de lo que supone el desarrollo del niño; algo que debe ser inoculado, enseñado, practicado, entrenado. Devienen las fórmulas, las generalizaciones, los ejercicios, los “tips”.

En estos casos, el lenguaje del niñe se instala en la estructura familiar como un elemento anómalo, disruptor, por fuera de la comprensión, condicionando así la crianza y todas las instancias del desarrollo ubicando al niñe en un lugar de dificultad, y en ocasiones de discapacidad, que determinan su armado subjetivo.

Tras un proceso de diagnóstico que supone etiquetamientos y categorizaciones, el niño o la niña es desconocido en su individualidad, su ser subsumido bajo ese rótulo. Todo lo que le ocurre y lo que no le ocurre es a causa de su diagnóstico. Lo que no logre alcanzar en determinadas condiciones, secuencia y tiempo, queda por fuera de lo esperable para él, de lo tolerable para la familia, las instituciones escolares y la sociedad.

“Decime qué tips me podés dar”.

Responder a ese requerimiento sería como dar consejos de crianza. No hay una respuesta posible, en el sentido de solución o efectividad, es demasiado complejo como para condensarlo en un puñado de ítems prescriptos cual receta.

Algo en esa demanda resuena: cómo hago con este niño o esta niña que no habla o al que no se le entiende o con quien cuesta vincularse. Y eso no se responde con tips sino en el marco de una terapia que involucre a las familias, la escuela o el jardín, en principio.

No se le enseña a hablar a un niñe su lengua madre. La constitución del lenguaje no se enmarca en procesos de enseñanza ni prácticas ni ejercitamientos. Se construye un vínculo amoroso en el que se dona el lenguaje para que le niñe se lo apropie, lo haga suyo, cualquiera sea la circunstancia.

Claro que hay ciertos aspectos a tener en cuenta y que la demanda de terapia del lenguaje debe ser escuchada y alojada pero no hay tips, no debería haberlos.

¿Entonces cómo?

Si adherimos al paradigma que plantea al lenguaje como constitutivo, si lo entendemos como fundante en un proceso de construcción subjetiva, aún cuando -según los tiempos socialmente estipulados en su desarrollo- se encuentre demorado u obstaculizado, no deberíamos considerar pautas prefijadas ni estandarizadas como productos de una generalización que busca que les niñes se ajusten a los parámetros dictados por un manual.

“No habla”, “no le entiendo”, “ya debería decir cincuenta palabras”, “no arma frases como los nenes de su sala”.

Les niñes con dificultades en la constitución del lenguaje pueden padecer una exigencia desmedida en relación a sus posibilidades o que sólo responde a parámetros prefabricados que no responden a su individualidad como sujeto. Claro que siempre habrá un otro que espere algo del niñe pero si ese algo es muy difícil de alcanzar o nunca es suficiente, sobreviene una frustración que puede impedir u obstaculizar cualquier posibilidad de desarrollo.

La sociedad y la cultura exigen y marcan una legalidad en el lenguaje, también en los tiempos de su constitución. ¿Es posible quedar por fuera de ese marco? ¿Es necesario? ¿Es inocuo? No hay modo, el lenguaje se constituye en, para y con un otro. El entramado lenguaje-sujeto-cultura-sociedad es indivisible. De algún modo, los terapeutas oficiamos de intermediarios entre lo que la cultura y la sociedad demanda con relación a tiempos y formas y la coyuntura en que cada niñe constituye su lenguaje.

Es primordial hacer lugar al relato parental en torno a la llegada de este niño o niña, la historización de los primeros años y el impacto que pudo haber tenido un diagnóstico. Escuchar qué se juega en los roles de madre y padre en la particularidad de cada caso, de cada historia. Cómo se asume la crianza de este niño o niña, con estas dificultades, con este armado subjetivo en ciernes, con la prehistoria que lo antecede.

Por otra parte y al mismo tiempo, es necesario indagar acerca del valor que se le da al modo en que esa niña o niño se comunica, los recursos con los que cuenta, su modo de vincularse.

Brindar un espacio donde las experiencias lingüísticas y comunicativas sean de disfrute, establezcan lazos, sirvan para explorar, para jugar, provocar, convocar, expresar y también hacer silencio. Con los recursos que les niñes tengan, con los que vayan apareciendo.

Una propuesta terapéutica que contemple a ese niño o niña en su subjetividad, que respete su armado subjetivo en construcción, con las dificultades que sobrevengan, debe libidinizar, valorar los recursos lingüísticos y comunicativos con los que cuente y a partir de esa base, articular una demanda. Todo esto no desde la exigencia externa, a modo de imposición o entrenamiento, tips o consejos de pretendida efectividad, sino en un acompañamiento, una donación, el ofrecimiento de un espacio que espere a cada niñe, a cada familia, les dé lugar.

Giselle Aronson
Licenciada en Fonoaudiología.
Es especialista en Lenguaje y Primera Infancia.
Se dedica a la atención de niños con dificultades en el lenguaje y necesidades derivadas de la discapacidad.
Participó como miembro de equipos interdisciplinarios en zona oeste, especializados en la atención de niños con dificultades en el lenguaje y la constitución subjetiva, en el ámbito clínico y escolar.
Se formó en diversos grupos de estudio en psicoanálisis y lingüística.
También se desempeña como gestora cultural en la coordinación del Ciclo Literario Crudo, en Haedo.
Es escritora, autora de novelas, cuentos, microrrelatos y poesía.
Coordina grupos de taller literario.


Bibliografía:

  • Benveniste, E. Problemas de lingüística general. Siglo XXI.
  • Giuliani, N. La terapéutica del lenguaje infantil: una mirada clínica.
  • Jerusalinsky, A y col. Psicoanálisis en problemas del desarrollo infantil. Nueva visión.
  • Levin, J. Tramas del lenguaje infantil. Lugar Editorial.