Cuatro conceptos determinantes sobre la formación de la subjetividad infantil
Riesgos del exceso y falta de norma
La pregunta necesaria para desarrollar este título es ¿Cómo influye el exceso y la falta de norma en el niño? pregunta que contiene ítems conceptuales gruesos y que el psicoanálisis ha desarrollado de una manera ardua desde los pilares freudianos, pasando por Lacan y continuando su desenlace en analistas postmodernos que interpretan y desarrollan dicha enseñanza.
Así llegamos entonces a un marco teórico de cuatro conceptos determinantes para ahondar en el interrogante introductorio de este texto. La niñez, el complejo de Edipo, el súperyo como residuo y por último la norma, son entonces el norte para despejar los enigmas que la subjetividad humana nos plantea en esta instancia primaria. Cabe reiterarse que la profundización psicoanalítica en estos tópicos es extensa, por ende sólo se tomarán elementos relevantes para la comprensión del tema planteado.
En primer lugar la temática niñez, nos remite al tiempo en el que habita el sujeto, un tiempo que en su génesis está determinado por el ver de la fenomenología que habita, luego vendrá el tiempo de comprender e interpretar la información digerida. Dentro de dicha comprensión, Lacan nos remitirá a la interpretación del lenguaje y dentro de éste se encuentran los significantes como la mirada o las palabras que harán huella en el niño; Esthela Solano en su texto «La insondable decisión del niño» dirá que la posición que un infante asuma siempre va a estar atravesada por un conflicto entre un Otro, un objeto o el goce, por lo que éste se encuentra dividido, obligando al padre a intentar evitar al máximo un mal entendido.
Saussure lo dirá en otras palabras, el lenguaje es arbitrario y polisémico porque se designa a una palabra desarrollada culturalmente a un objeto, adquiriendo así multiplicidad de sentidos en cada articulación; además la lectura que cada sujeto hace a cada palabra y/o acto es única, particular y singular, por ende el psicoanálisis propondrá que el sentido de lo que alguien dice lo tiene el otro.
Sería adecuado enunciar aquí que los tiempos subjetivos son lógicos más no cronológicos, es decir que no dependen de una edad determinada sino del posicionamiento psicológico que cada uno asume en su instante de vida; lo anterior y los avatares del vivir ofrecerán al niño entre deseo, significante y ley.
De esta forma se marca el camino de la elaboración subjetiva del niño, que bien puede ser desde el deseo o desde el desprecio del otro, agregando la interpretación que el mismo infante haga de los hechos. Entonces cabe la pregunta ¿Cómo debe ser la función paterna para que el niño se sienta deseado, sabiendo que la interpretación del niño ocupa un lugar relevante en la elaboración subjetiva de este? Es preciso exaltar que el Otro, lo social y lo institucional, debe encaminarse en la vía de la articulación entre el deseo y ley para que el mal entendido expuesto anteriormente tenga la menor fuerza posible.
La posición que un infante asuma siempre va a estar atravesada por un conflicto entre un Otro, un objeto o el goce.
Se comprende un poco más como es el proceso de inscripción cultural del hombre, un proceso que genera angustia porque la prohibición que deviene del Otro a través de la ley lo deja en falta porque se le impide saciar infinitamente la completud que le da su posición infantil.
Para entender esta idea, sería útil cavar en el segundo tópico de este texto, el complejo de Edipo con sus tres momentos. El primer momento remitirá a un yo ideal, donde el niño asume una relación imaginaria de completud; él viene a ocupar el lugar de falo; momento en el que interpreta que es el todo del cuidador porque es objeto de deseo, en este instante la norma no ha mediado aún. El segundo momento se refiere a la prohibición de un Otro, es aquí donde la norma ocupa un lugar importante en el desenvolvimiento asertivo del niño para la cultura ya que si está ausente, el sujeto tiranizará y tenderá a desafiar los parámetros establecidos. Por último la metáfora paterna, sería la inscripción cultural que intentaría impedir el exceso de goce del niño a través de directrices y mandatos, con la finalidad de que el sujeto se articule a la ley.
Llegamos entonces a la tercer temática que amerita un esbozo «el súper yo como residuo», residuo porque es lo restante del complejo de Edipo. En primera instancia el súper yo puede ser comprendido como la conciencia moral que se fundamenta a través de los ideales de un Otro alienado a la cultura, llevando al niño a un comportamiento socialmente aceptable; sin embargo el súper yo también conduce al infante a la tiranización de su propio yo, a darle prioridad al Otro.
Es aquí donde la norma hace su presentación definitiva, con ella el niño se integra al grupo social porque instaura en él moral y ética, pero sin ella el súper yo no operaría. Luego entonces nace el sentimiento de culpa y el valor en el acto cometido. En otras palabras, la norma permite la renuncia pulsional con la que el niño se relacionaba en sus primeros años de vida, sin embargo hay aquí una paradoja, la prohibición deja el deseo de transgredir la ley porque el sujeto queda con una falta que en otrora no estaba puesto que existía la satisfacción de todo instinto, idea desarrollada en el libro «El malestar de la cultura» de Freud. Entonces la norma dejará marcas y definirá la elección que cada uno haga a la sexualidad, al objeto de goce y a la posición que se asume en las relaciones.
Habría que añadir un último elemento para finalizar con este resumido marco teórico, la norma en la generalidad de la modernidad se transmite de una forma laxa por la caída de algunos ideales como la religión, la tradición política y los pilares de la familia, llevando la primacía del goce frente a lo ético y lo moral. La pulsión de muerte freudiana está primando sobre el instinto de supervivencia darwiniano, llevándonos a consumir, guardar, trabajar, viajar y hasta vomitar en exceso.
Primeras conclusiones: El exceso de norma generará una atadura del niño con la norma ya que lo priva de una libre elección; lo anterior derivará en un súper yo que híper?vigila el propio quehacer, llevándolo a un posible retraimiento; aquí habrá falta de apertura frente a lo nuevo del mundo. Sus experiencias y el encuentro con el goce será severo y castigador, impulsándolo a asumir posiciones que lo pongan por debajo del Otro.
En el revés de la hoja, la falta de norma en el niño traerá algo inverso a lo recién mencionado, esta creará una desatadura con la autoridad, conduciéndolo posiblemente a elecciones propias del ego y al narcisismo, primando el yo frente al Otro; su goce tenderá al exceso de satisfacción, poniendo al sujeto por encima del Otro.