Por Soledad Vallejos
De la Redacción de LA NACION – Sábado 10 de Diciembre de 2005

El último boletín de los hermanos López encendió el escándalo familiar. Marisol, de 13 años, y Martín, de 16, son candidatos a repetir de año. «Marisol se llevó diez materias, y Martín se quedó con siete», cuenta Juan Manuel López, abogado y papá de los chicos.

Hasta el momento, ambos asisten a un colegio privado en Caballito, pero la institución no permite la rematriculación de repetidores. «Y aunque los chicos puedan rendir la cantidad de materias necesarias para aprobar el año, con mi mujer estamos realmente muy preocupados y no sabemos qué hacer», confiesa.

El caso de los López no es el único, por supuesto, pero si se tienen en cuenta los datos que surgen de las últimas estadísticas del Ministerio de Educación, la situación es alarmante. Más de un millón de alumnos fracasa en la escuela, lo que significa que anualmente casi 500.000 chicos abandonan los estudios y otros tantos repiten.

La cifra representa más del 12% del total de alumnos que asiste a clase en nuestro país -alrededor de 9 millones-; es decir que uno de cada ocho fracasa. El índice de mayor deserción se concentra en el EGB 3 y el nivel polimodal (últimos tres años del tradicional secundario).

«Un chico puede repetir por múltiples razones: conflictos familiares, de aprendizaje, falta de integración con el grupo o vínculo con su maestra, deficiencias en la visión o la audición y problemas socioeconómicos -dice la psicopedagoga Marta Tessari de Cardone, de la Asociación de Psicopedagogos de Capital Federal, y que desde hace más de 30 años trabaja con adolescentes-. Pero esto no debe ser tomado como una tragedia. Es necesario aceptar el hecho y tomarlo como una experiencia de aprendizaje, no sólo para el chico, sino para toda la familia.»

Según la especialista, repetir de año está asociado al fracaso, «pero en muchas ocasiones no es determinante para la trayectoria escolar -asegura-. Volver sobre lo que ya se hizo y no se logró puede ser utilizado como una herramienta a favor para incorporar nuevas responsabilidades y obligaciones».

Para el doctor Juan Manuel Bulacio, director del Instituto de Ciencias Cognitivas Aplicadas, la educación aún está muy ligada al sistema de premios y castigos. «Este método no funciona con los adolescentes. En general, incrementa su frustración, los vuelve más desafiantes y, en lugar de ayudarlos a encontrar la motivación que les falta, suele desatar conductas de rebeldía. Muchos adolescentes no demuestran ningún tipo de interés por el estudio, y en ciertos grupos esto suele convertirse en una señal de estatus. Lo que importa es zafar con el menor esfuerzo posible.»

El rol de la familia

Inicialmente, los padres suelen perder la calma. Repetir tiene un costo emocional muy alto, pero la clave para superarlo está en el apoyo que el chico encuentre en sus vínculos más cercanos, principalmente en la familia.

«Existe un proceso de duelo y adaptación simultánea, que sin ayuda de la familia es muy difícil de lograr. El chico pierde su grupo de compañeros y debe integrarse a uno nuevo; por eso es importante alentarlo, acompañarlo en el estudio y poner el foco en el futuro, con el fin de no cometer los mismos errores el año próximo», opina la licenciada Alicia Díaz Farina, directora de Psicólogos y Psiquiatras de Buenos Aires.

Dijo Tessari de Cardone: «Los padres deben trabajar junto con la escuela. Es importante que acudan al gabinete psicopedagógico, aunque lamentablemente no todas las instituciones disponen de uno. El mal rendimiento no sólo es culpa de los chicos, ya que la gran cantidad de alumnos por curso, el cambio constante de los maestros, la menor cantidad de días de clases y la crisis socioeconómica del país son determinantes para la educación y el aprendizaje».

Para los que tienen que rendir exámenes en marzo, las vacaciones, definitivamente, tienen otro sabor. «Aunque tengan que estudiar, debe existir un período de descanso. Es necesario despejar la mente y encarar el desafío con energías recargadas -aconseja el doctor Bulacio-. Los adolescentes no saben organizarse; por eso, junto con los padres, deben establecer una rutina de estudio, en un lugar determinado y un clima favorable, que no es precisamente tirados en la cama o chateando en la computadora al mismo tiempo que pretenden leer. Pero el desafío es que este orden sea autogenerado y no externo.»

Los expertos coinciden en que este tipo de experiencias también pueden colaborar con la maduración de los adolescentes. «Las situaciones de riesgo controladas son muy productivas en esta etapa, y el hecho de tener que exponerse ante una situación de examen es un beneficio que valorarán el año próximo», concluye.

Claves para el año próximo• Las vacaciones, aun para los que deben rendir en marzo, deben ser respetadas. Es necesario despejar la mente para recargar energías y poder estudiar.
• Es fundamental que la familia aliente, contenga y acompañe a los chicos en esta etapa. En lugar de lamentarse, es necesario poner el foco en el año próximo para evitar cometer los mismos errores.
• Repetir no es sinónimo de un futuro fracaso escolar. No hay que abordar el hecho como una tragedia, sino como una experiencia que favorece la maduración.

 

Por Soledad Vallejos
De la Redacción de LA NACION – Sábado 10 de Diciembre de 2005