Lic. Chuit, María Emilia – Lic. Wasserman, Adriana
Introducción
La clínica psicopedagógica nos convoca a pensar acerca de la modalidad de aprendizaje; cuya historia se va construyendo desde el sujeto y desde el grupo familiar.
La familia, al decir de Minuchin y Fishman, «es un grupo natural que en el curso del tiempo ha elaborado pautas de interacción. Estas constituyen la estructura familiar, que a su vez rige el funcionamiento de los miembros de la familia, define su gama de conductas y facilita su interacción recíproca. La familia necesita de una estructura viable para desempeñar sus tareas esenciales, a saber, apoyar la individuación al tiempo que proporciona un sentimiento de pertenencia».
Hay familias en las cuales el conocimiento puede circular sin trabas, donde hay permiso para preguntar, cuestionar, dudar y es bienvenido el deseo propio de cada uno de sus integrantes. Alentando, de esta manera, la autonomía en ellos.
Hay familias-problema de aprendizaje que, como plantea A. Fernández, se presentan como «un bloque indiferenciado en el que cada uno puede vivir si tiene a otro de quien ser… y el intento de diferenciarse puede chocar con el mandato familiar de suprimir o neutralizar la diferencia».
«La familia Delasoga»
En el mes de Diciembre asisten a la admisión de psicopedagogía Delia y sus dos hijos mellizos de 8 años: Joaquín y Martín. Tienen además una hermana mayor, de 11 años. La madre es docente y el padre, Jorge, contador.
Plantean como motivo de consulta: «Mis hijos son mellizos, es el primer año que están separados en la escuela». «Son muy dependientes entre ellos. Nosotros no podemos salir solos. Los chicos siempre quieren estar con nosotros». «Estuvieron en tratamiento psicopedagógico anteriormente y dejamos por problemas económicos y por notar que los chicos no iban entusiasmados, lloraban, se resistían a ir.» Ambos se atendían con la misma psicopedagoga y en el mismo día. Además, hasta el año pasado asistieron a una escuela en el mismo grado. Las dificultades escolares que aparecen tienen que ver con la comprensión de consignas, resistencia a leer y escribir y con la dificultad para trabajar solos.
En la admisión, aparece como necesidad diferenciar algunas cuestiones desde el lugar de la institución como terceridad: cada uno comenzaría un diagnóstico psicopedagógico con distinta psicopedagoga y en horarios diferentes. Actualmente Joaquín y Martín concurren a una nueva escuela; y, por primera vez, cada uno en secciones distintas.
Tener hijos mellizos
Para estos padres, tener hijos mellizos fue un problema. Al respecto, dice la madre: «Fue difícil organizarse, se les dio a los dos como si fueran uno solo, no criamos a cada uno con sus propias características y ahora vemos las consecuencias…» «Tratábamos de juntarlos en lugar de separar, dábamos mitad a cada uno…» «Ya nos costaba que fuera una sola. En ese momento pensaba en mi nena recibiendo la noticia de dos…»
El papá cuenta: «No sabía si estaba emocionado o temeroso. Me desequilibraba. Los primeros tres años fueron terribles, de total dependencia hacia ellos. Yo me sentía como asfixiado».
Nos preguntamos: ¿Qué pasaba antes de ser concebidos, en la prehistoria familiar? ¿Habría lugar para ser diferente?
Esto nos habla del mito familiar, referido a una serie de creencias compartidas por todos los miembros de la familia. Creencias que, como dice R. Rodulfo, es lo que se respira en un lugar, es homologable en su función al oxígeno. A través del mito familiar se encausan los mecanismos de lectura, de clasificación y de interpretación de la realidad.
En esta familia, la realidad queda escindida en un adentro y un afuera familiar. Donde el adentro aparece como seguro e indiferenciado y el afuera aparece como peligroso y de difícil acceso si no es en compañía de algún miembro de la familia.
Estar «solo» para cada uno de los integrantes de la familia es una experiencia desconocida; por lo menos dos siempre tienen que estar. El papá cuenta: «Si Joaquín quiere ir a andar en bicicleta, Martín también tiene que ir… porque cómo se va a quedar el otro sin andar».
Figuras enseñantes
El aprendizaje tiene lugar en una particular relación entre un enseñante portador de un conocimiento que desea transmitir y un aprendiente que desea conocer y hacer propio este conocimiento; dándole una particular significación.
Las figuras enseñantes son aquellas investidas de confianza y de derecho a enseñar por el sujeto que aprende. En cada enseñante se pone en juego su propia historia como aprendiente. Incluimos en esta categoría a los padres, la escuela y otros.
La madre: Necesita cuidar mucho a sus hijos, como a ella la cuidaban. Al respecto dice: «Yo era la del medio; tenía problemas en la vista y por eso mi madre me cuidaba tanto. Me acuerdo que cuando aprendí a andar en bicicleta ella me decía quedáte cerca así te veo, por si te caés»
Parece que Delia aprendió que separarse/alejarse es riesgoso. Su marcada dependencia aprehendida en su infancia aparece hacia su esposo e hijos. «Yo no puedo ir al cine sola, porque pienso que yo disfruto y los otros no». Pensarse sola haciendo algo distinto genera tanta culpa que es sentido como displacentero.
El padre: Le cuesta posicionarse como autoridad capaz de poner un límite. Jorge comenta: «Mis tres hijos me pedían al mismo tiempo que los ayudara con la tarea; les grité y les dije que así no. Pero después me sentí tan mal de no poder hacer lo que me pedían… Porque un padre es capaz de todo».
Para el papá, diferenciar las necesidades de cada uno de sus hijos sería romper la ilusión de que él todo lo puede.
La escuela: La institución escolar repite el modelo de indiferenciación que surge de la familia. Les resulta difícil diferenciar las características particulares de cada uno a la hora de aprender. A principio de año, «por error», Joaquín ingresó al grupo en el que estarían los amigos de Martín y viceversa. En el boletín tienen las mismas calificaciones y, desde mayo, suponen que los dos recorrerán el mismo proceso de aprendizaje, afirmando que ambos repetirán 3º grado.
También en la escuela anterior se repetía esta característica: al leer los informes escolares cuesta distinguir de quién están hablando.
Joaquín y Martín: figuras aprendientes
El síntoma problema de aprendizaje se instala sobre una modalidad ya existente, en la que, al quedar atrapada la inteligencia, se rigidiza el pensamiento.
Martín: Se relaciona con los objetos de conocimiento de manera impulsiva, igual que al alimentarse. Al aprender «traga información», no logra discriminar el objeto de conocimiento ni apropiarse de él. En la hora de juego abre la caja rápidamente y, sin mirar lo que hay en su interior, saca algún objeto y se pone a trabajar. Al no poder diferenciar los objetos, no puede anticipar sus acciones.
En la entrevista con los padres ellos plantean: «esta es la primera vez que se separa del hermano». «Es bastante dependiente del hermano» «No se quiere quedar solo, se muestra muy temeroso».
¿Qué significa para Martín estar solo? En el dibujo libre, hace un nene y dice «Este tipo se cayó solo, se está cayendo». En varios de sus relatos aparece la muerte como consecuencia de la salida de un lugar que se siente como seguro. Por ejemplo, en la lámina 8 del CAT cuenta una historia en la que toda la familia está en la casa; cuando la abuela se va al parque con el hijo, se cae y muere y el hijo se pierde.
Todo aprendizaje supone tolerar la angustia de no saber, de una falta. Es un «estado de soledad de pensamiento»; desde el cual surgen nuevas posibilidades de desarrollar aprendizajes; de permitir cierto andamiaje de otro, de posibilitar el procesamiento de la información. Entonces, si Martín no puede quedarse solo, porque esto para él supone caerse, no poder; le resultará mucho más difícil poder aprender.
Winnicot plantea que la capacidad para estar solo supone madurez emocional y «se basa en la experiencia de estar a solas en presencia de otra persona»; dicha capacidad surge de la posibilidad de introyectar a la madre sustentadora del ego y, de esta forma, verse capacitado para estar solo sin necesidad de buscar frecuentemente el apoyo materno.
La capacidad de estar a solas se entrelaza con la capacidad de autonomía e independencia en la resolución de situaciones cotidianas. Esta dificultad de Martín, se traduce en el bajo nivel que obtuvo en los subtests de Comprensión y Ordenamiento de Historias del WISC; pruebas que indagan esta capacidad.
Joaquín: se muestra dispuesto a contactarse con los objetos de conocimiento y enseguida aparecen preguntas dirigidas al adulto: «¿Qué es esto?, ¿Qué significa eso que decís?». No siempre sus preguntas implican un absoluto desconocimiento del tema.
Al preguntar insistentemente, Joaquín trae su dificultad para intentar dar respuesta solo, desconfiando de sus posibilidades intelectuales para resolver el conflicto. Al mismo tiempo, el preguntar a otro pueden ser los primeros pasos en la búsqueda de descubrir cómo se construye el conocimiento.
Desear algo propio es vivido con angustia y es poco alentado por sus padres. Al aprender, debe tener en cuenta lo que su hermano pudo aprender. Aparece el conflicto entre avanzar buscando su identidad, o seguir esperando a su hermano. Joaquín sabe atarse los cordones; pero como su hermano aún no lo aprendió, él tapa su saber y pide ayuda para equipararse a Martín.
Avanzar hacia la independencia, de la que nos habla Winnicott, resulta difícil de sostener por parte del entorno familiar. Visualizar que un hijo pueda y el otro no, enfrenta a los padres con la realidad: que no son partes de una sola persona.
La marcada dependencia familiar se refleja en el WISC. Joaquín presenta un descenso significativo en aquellos subtests (Información y Comprensión) que miden la disponibilidad de intereses y el grado de autonomía que tiene un sujeto para el ejercicio de su independencia. En cambio, en otros subtests, su rendimiento es acorde a su edad. Por ejemplo: Retención de Dígitos, Cubos, Ordenamiento de Historias, Semejanzas, que indagan la capacidad de abstracción y generalización.
Para seguir pensando…
En una de las últimas entrevistas, la mamá trae el cuento «La familia Delasoga» como un espejo en el cual sintió que su familia estaba reflejada. Este cuento, escrito por Graciela Montes, relata la historia de una familia «muy atada», en la que cada uno de sus integrantes viven atados entre sí a una soga elástica, extensible. Por lo que se acostumbran a moverse siempre con prudencia y a no alejarse nunca demasiado.
Pensamos el tratamiento psicopedagógico como un espacio posibilitador para que cada uno pueda desplegar aspectos de su singularidad desconocidos, aprender a tener un espacio propio sin que esto implique la soledad absoluta. Animarse a cuestionar esta soga que ata las ideas y los deseos, paraliza. Donde cada uno pueda ser autor de su propio pensamiento; dando lugar al no saber para poder preguntar y generar nuevos aprendizajes. Porque pensar-se en familia, supone pensar-se cada uno diferente.
Bibliografía
- Fernández, Alicia: «La inteligencia atrapada»; Ed. Nueva Visión; 1987; Bs. As.
- Minuchin S. y Charles Fishman H.: «Técnicas de terapia familiar»; Ed. Paidós
- Montes, Graciela: «La familia Delasoga»; Ed. Colihue
- Rodulfo, Ricardo: «El niño y el significante»; Ed. Paidós; 1989; Bs. As.
- Schlemensson, Silvia: «Detección de la modalidad cognitiva en el diagnóstico psicopedagógico»; Ftad. De Psicología; UBA
- Winnicott, Donald: «El proceso de maduración en el niño»; Ed. Laia; 1979; Barcelona
Lic. Chuit, María Emilia – Lic. Wasserman, Adriana
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