Alejandra Toronchik
Diario Clarín – Domingo 30 de noviembre de 2003
De repente, y como si nadie hubiera podido preverlo, sucede que los chicos terminan la escuela. Parecería entonces que hay que decidir «rapidito» qué va a hacer de su vida. ¿Será doctor? ¿Bailarina? Se impone entonces una visita al orientador vocacional -como si fuera una médico de guardia- que diagnostique qué capacidades tiene la criatura y en qué carrera «encaja».
El cuadro, exageraciones más o menos, puede haber sido el adecuado en tiempos cuando el estudio garantizaba el ascenso social, en un mundo donde había trabajo para casi todos. Las cosas han cambiado y para entender cómo los orientadores vocacionales pueden actuar en medio de la crisis, ayer concluyó en el Centro Cultural Borges el XII Congreso Argentino de Orientación Vocacional, organizado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero y la Asociación de Profesionales de la Orientación de la República Argentina (APORA).
En el encuentro -al que acudieron unos 200 profesionales vinculados a la educación- se cuestionó cómo ayudar a los jóvenes escolarizados y no escolarizados a encontrar su lugar en el mundo. El desafío no es menor: el 50% de los chicos de 18 a 24 años hoy no trabaja ni estudia. «No podemos limitarnos a decirle a un chico qué carrera estudiar. Debemos prepararlos para un mundo con drogas, violencia, incertidumbre, ofreciéndole opciones y reflexión a lo largo de todo el proceso educativo. O fuera de él», dice Cristian Pérez Centeno, coordinador técnico de los Posgrados en Políticas y Administración de la Educación de la UNTREF.
«Que no queden excluidos del sistema. Que tomen un compromiso, ya sea con el estudio, con el trabajo o con una actividad donde puedan sentirse parte del tejido social y entender que el país también es de ellos -enfatiza Adriana Gullco, presidenta de APORA-. Y si no están en la escuela, entonces en el club, en la asociación barrial o en el equipo de fútbol. Donde exista o pueda armarse un proyecto convocante, es donde hay que trabajar».
En el congreso, los profesionales analizaron especialmente las respuestas que la sociedad ha comenzado ya a generar desde comunidades, escuelas y familias. «Una respuesta posible ha sido vincular la enseñanza a la realidad del mercado laboral. Pero esto no alcanza con formar a los chicos en un determinado oficio -explica el licenciado Norberto Fernández Lamarra, director de los Posgrados de la UNTREF-. Debemos recuperar una enseñanza más profunda: la de la responsabilidad del trabajo. Transmitirles que es un proceso, que (al igual que el estudio) requiere compromisos, tiempo, paciencia, una cierta rutina, rigor o un orden. Eso también es la orientación, tomada desde un punto de vista más amplio, como factor educativo».
Las maneras en que cada familia enfrenta a su modo la incidencia de la crisis sobre el futuro de sus hijos es también escenario de trabajo (ver «Consejos para…»). «Hay familias que han vuelto a colegios tradicionales, con la intención de preparar a sus hijos para carreras tradicionales. Algunos buscan que la escuela los entrene para enfrentar múltiples posibilidades -agrega Pérez Centeno-. Y otros no han encontrado estrategias y necesitan más ayuda para que no sea el mercado quien defina el futuro de sus hijos, lo cual es un error terrible» (ver «Fuerte defensa…»).
La tarea de los orientadores es la de posibilitar y no cerrar horizontes. «Hoy, por caso, los chicos no estudian Ingeniería porque creen que no van a tener trabajo. Y empiezan a faltarnos ingenieros en plena reactivación –dice Fernández Lamarra-. Esa es una prueba de que limitar el espectro educativo basándose en la crisis de hoy es excluir la posibilidad de cambio, lo cual es una verdadera torpeza»
Consejos para padres
La crisis social y económica es el marco de otra conocida crisis: la adolescencia y su enfrentamiento con la sociedad y los padres. Para los chicos se trata del momento de separarse de los mandatos familiares. Para los padres, de aceptar que los hijos seguramente no serán reflejo de los sueños paternos. Según Adriana Gullco, de APORA, la primera tarea de los padres es desilusionarse. «Tienen que aceptar que el chico no va a hacer lo que ellos soñaron y, al mismo tiempo, acompañarlos en un proceso que no sólo es elegir a qué quieren dedicarse sino también dé qué manera propia, personal, van a hacerlo». En ese sentido, es: importante tener en cuenta algunas medidas: No presionarlos. Una cosa es acompañar y otra, estarles encima tratando de controlarlos. Diferenciar sus deseos de lo que desean sus hijos. Según los especialistas es preferible sincerarse, diciendo «yo quisiera que estudiaras para ser ingeniero, pero eso no quiere decir que vos tengas que hacer eso». No dar por sentado que los chicos siempre saben qué quieren. Aprender a sentarse con ellos y preguntar, saber escucharlos y permitir jugar con opciones e ideas diferentes. No elegir por miedo. Muchos padres dicen «estudia computación e inglés que con eso te salvás», pero a lo mejor ese chico nunca va a poder hacerlo, porque lo que quiere es pintar o hacer música. Hay muchas carreras relacionadas con la producción musical u otras disciplinas artísticas. Hay que buscar y ayudarles a buscar. Se puede investigar en: www.datavoc.com, Guía del Estudiante de Eudeba, Revista vocacional, los servicios de orientación de todos los hospitales de la Ciudad y la Dirección de Orientación Vocacional de la UBA y del CBC de la UBA. |
Contra la mercantilizacion de la educación Fuerte defensa de la educación pública En un mundo fuertemente condicionado por cuestiones económicas, los organizadores del XII Congreso de Orientación Vocacional reclamaron el desarrollo y fortalecimiento de urgentes políticas públicas destinadas tanto a jóvenes escolarizados como a quienes estén fuera del sistema, orientando y apoyando la diversidad educativa y la creación de proyectos laborales o comunitarios. Esta preocupación por difundir y fortalecer la oferta educativa en todos los niveles sociales crece en los países latinoamericanos, a medida que la crisis económica afecta escuelas y universidades. Sobre todo, a la hora de preguntarse -como algunos han empezado a hacerlo- cómo incidirá la existencia de una economía cada vez más globalizada sobre la educación en América latina. El debate surgió al conocerse un plan mundial para mercantilizar la educación superior propuesto desde la Organización Mundial de Comercio. Contempla no sólo la existencia de un número creciente de empresas transnacionales interesadas en invertir en el negocio de las universidades privadas o la educación por Internet. También apunta a definir si seguirán siendo los estados nacionales o los grandes capitales quienes definirán en el futuro los programas y contenidos de estudio y, por lo.tanto, quiénes podrán educarse y quiénes no podrán hacerlo. «La educación es un bien público y no una mercancía», definió hace pocas semanas el ministro de Educación, Daniel Filmus. «Educar obedeciendo a los requerimientos del mercado es olvidar que gran cantidad de educandos están completamente fuera de él -advierte Pérez Centeno-. Es decidir, lisa y llanamente, dejarlos afuera». |
Alejandra Toronchik