Los inicios en la literatura suelen ser sinuosos, difíciles, y no alcanza con leer de todo: los padres y los maestros tienen un papel decisivo para que esa experiencia dure toda la vida

La construcción de un lector es un camino sinuoso. Más que una línea recta se parece a una rayuela: cada uno va saltando de un libro a otro, de acuerdo con sus posibilidades y las de quienes nos acompañan durante el recorrido. Más allá del trabajo de los docentes en la escuela, para establecer un vínculo temprano con la literatura es fundamental el rol de un mediador que funcione como un guía por el universo de las letras. La clave es marcar un sendero, despejarlo de fantasmas y procurar convertir la lectura en un hábito placentero.

Especialistas locales y extranjeros, desde la pedagoga y escritora colombiana Yolanda Reyes hasta el crítico y ensayista británico Aidan Chambers, sin olvidar a prestigiosos autores nacionales, como María Teresa Andruetto, Graciela Montes, Laura Devetach y Ema Wolf, destacan la importancia del adulto mediador en la iniciación a la lectura.

«No existen lectores sin camino y no existen personas que no tengan un camino empezado aunque no lo sepan», dice Devetach. La autora de La construcción del camino lector sostiene que «se necesitan adultos lectores que transmitan una actitud vital, un gusto por la lectura». A los padres y otros adultos mediadores está dirigido el libro Todo lo que necesitás saber sobre literatura para la infancia (Paidós), de María Luján Picabea, de reciente aparición.

«Siempre hay un mediador entre los chicos y los libros: los padres, los hermanos, los maestros, los bibliotecarios. El campo de la literatura infantil y juvenil tiene una particularidad: el que está adentro, como autor, teórico o crítico, tiene mucha información; el que está afuera, en cambio, está en un páramo y depende de la buena voluntad y el conocimiento de los libreros. Con la cantidad de novedades que se publican todos los meses se hace difícil elegir», asegura Picabea, periodista cultural especializada en literatura infantil.

En el primer capítulo de su libro («Los mediadores: acercar un libro»), Picabea compara la experiencia de la lectura con una red que tiene «delgados hilos que conectan textos oídos, recomendados, citas que llevaron a la búsqueda de nuevos autores y títulos» y a los mediadores con «las personas que dieron con la llave indicada en la cerradura de su memoria lectora». Explica: «El rol del mediador es despertar la curiosidad sobre el libro como objeto y sobre la lectura como hábito. Si un adulto acerca un libro que no atrapa al chico, debería acercar otro y otro y fijarse qué pasa. Como dice Yolanda Reyes, «el mediador debe poder leer al chico, ver cuáles son sus necesidades e inquietudes». Si el mediador insiste con un tipo de historia que al chico no le transmite nada, el error es del mediador. No es que el chico no se convierte en lector sino que no llegó al libro indicado. Para que pueda arrancar la exploración tiene que haber picado por algún lado».

La investigadora recomienda acercar los libros diariamente y con naturalidad. «Los momentos ideales: cuando toma la merienda o a la noche cuando se va a la cama. La lectura en voz alta en esas ocasiones es un regalo que el adulto le brinda».

Además de tomarse tiempo para compartir la lectura con los chicos, otra tarea para el mediador es conversar luego sobre lo leído. Dice Picabea: «Leer implica también el compromiso de reflexionar».

«Los libros no deben ser puntos de llegada sino de partida, o en todo caso un puente entre las lecturas previas y los nuevos discursos que ese libro genera. Hay que leer y hablar de lo que se lee. La lectura es una práctica empática. Por eso es bueno que los chicos nos vean leer, que nos escuchen hablar de libros. Como aquellas cosas que resultan preponderantes, la lectura llama a la lectura», asegura Mateo Niro, coordinador del programa Bibliotecas para Armar del gobierno porteño que organiza encuentros con autores en la librería La Nube.

Imágenes y palabras

Uno de los formatos que resulta más atractivo para los chicos y que, al mismo tiempo, facilita la tarea del mediador, es el libro-álbum. «La ilustración facilita la entrada a algunos temas y aporta sentido. Se han hecho algunos libros hermosos con cuentos de Andruetto y Devetach. La poesía también se refresca en estos libros con dos lenguajes que se superponen y dialogan y a veces hasta se chocan con un gran nivel de síntesis», dice Picabea. Entre sus recomendados del género figuran En el país de los libros, de Quint Buchholz; El pequeño teatro de Rebecca, de Rebecca Dautremer, y Un gorila, un libro no sólo para contar, de Anthony Browne.

El auge del libro-álbum es tema de estudio dentro del campo de la LIJ. Un título reciente que acerca el fenómeno a los docentes es Sobre líneas. El libro-álbum en el aula, de María Cristina Thomson, con ilustraciones de Alfredo Grondona White.

Cuando se le pregunta qué libros elegir para los iniciados, Sormani no duda: «Para comenzar a leer recomiendo cuentos cortos muy bien construidos e ilustrados que puedan ser manipulados por los niños. Porque de eso se trata: de tocar, de morder, de ensuciar, de jugar. También, la poesía para jugar con la rima y recitar en voz alta y los libros-álbum, en los que el lenguaje verbal y la imagen se combinan para contar una historia como en los fantásticos trabajos de Isol e Istvansch». ¿Más autores? «Qué mejor que un cuento de Margarita Mainé, Mercedes Pérez Saabi, Iris Rivera, Mario Méndez, Sandra Comino o Silvia Schujer. ¿Por qué? Porque hay en esos mundos una gran riqueza de sentido. Y el niño de hoy tiene una capacidad infinita para leer desde un espacio de libertad incalculable».

Un placer que se transmite

  • El hábito debe alimentarse desde la casa, con libros a disposición de los chicos, y adultos que puedan guiarlos sobre cuáles elegir.
  • Acompañarlos en el camino de la lectura. No sólo al inicio. También durante el recorrido que irá complejizándose con el tiempo.
  • Leer el libro antes para saber si es el indicado para ese lector. No todos los libros son ideales para todos los chicos: no sólo por la edad, sino también por el momento en el que están.
  • Establecer una rutina placentera vinculada a la lectura: elegir un momento del día para el juego de leer.