Cada tanto, se me viene a la cabeza una imagen que me provoca ternura por su inocencia: es miércoles 11 de marzo y con Emilia, mi socia, equipamos el baño del consultorio con toallas descartables de papel y los demás ambientes con dosificadores de alcohol en gel y solución de lavandina.
Han pasado varios días desde entonces y aún quedan muchos más.
Quienes trabajamos con niñes con dificultades (en el lenguaje, en el aprendizaje, en la estructuración subjetiva), hemos tenido que reinventar una terapéutica diferente. A favor nuestro debemos decir que ya teníamos la costumbre de flexibilizar nuestra práctica atendiendo a la diversidad. Si bien la cuarentena nos sorprende, sabemos de adaptar, acomodar, modificar, buscar alternativas, alivianar, acceder, intentar. Y nuestros pacientes, sobre todo ellxs, sí que saben de sortear dificultades.
Promedia junio y así estamos.
Nosotrxs, que ponemos el cuerpo, el contacto, la voz, las palabras y los juegos en el espacio del consultorio, delimitado, encuadrado, a disposición, ahora intentamos llegar a lxs niñxs, también con cuerpo, voz, contacto, palabras y juegos a distancia, tratando de que remoto no sea sinónimo de lejano.
Nosotrxs, que nos posicionamos como terceridad, ahora formamos parejas y grupos terapéuticos con padres, madres, hermanos para alcanzar allí donde la vista, el oído y las manos no logran llegar.
Lxs que muchas veces tuvimos que abordarlxs intermediando una máscara, una mirada oblicua, un susurro que sirva de pantalla, que posibiliten la llegada, hoy somos nosotros mismos la pantalla.
Quienes ofrecemos un espacio terapéutico en un consultorio para que se constituya en lugar propio, hoy nos metemos en las casas de lxs chicxs, en sus cotidianidades, con sus propios juguetes, sus rincones hogareños. Hoy tenemos entrevistas con madres y padres, en el living de sus casas, en la cocina. Y nosotros, desde el lugar más neutral que encontremos en nuestras propias casas, como si en todo esto, alguna neutralidad fuese posible.
Es difícil. No es lo mismo. Hay que volver a encuadrar, a ordenar, a marcar los tiempos y el espacio. Es necesario acomodar las reglas de los juegos propuestos, convertir los objetos de nuestro alrededor en elementos de trabajo. Armar casas-consultorios y consultorios-casas.
Como siempre, hay que filmar y grabar. Escribir, dibujar, imprimir. Buscar y encontrar.
Copiar, pegar e inventar. Jugar, contar, narrar. Como siempre, escuchar y poner en palabras. Preguntar y hacer silencios.
Como ahora, tenemos que aprender a acercar lo que está lejos. A mirar a la pantalla como quien mira a los ojos, aún sabiendo que no es lo mismo.
Mandar “besos por celular” y estirar los brazos como quien abraza pero esperando el día en que vuelvan esos abrazos de verdad.
Más que nunca, tenemos que aprender a esperar y a acompañar la espera.
Giselle Aronson
Licenciada en Fonoaudiología.
Es especialista en Lenguaje y Primera Infancia.
Se dedica a la atención de niños con dificultades en el lenguaje y necesidades derivadas de la discapacidad.
Participó como miembro de equipos interdisciplinarios en zona oeste, especializados en la atención de niños con dificultades en el lenguaje y la constitución subjetiva, en el ámbito clínico y escolar.
Se formó en diversos grupos de estudio en psicoanálisis y lingüística.
También se desempeña como gestora cultural en la coordinación del Ciclo Literario Crudo, en Haedo.
Es escritora, autora de novelas, cuentos, microrrelatos y poesía.
Coordina grupos de taller literario.