La investigadora de la UNR Mónica Báez opina sobre la llamada ley de dislexia, recientemente aprobada por el Congreso.
por Marcela Isaías

A fines de octubre pasado fue aprobada la ley que declara «de interés nacional el abordaje integral e interdisciplinario de los sujetos con Dificultades Específicas del Aprendizaje (DEA)», más conocida como ley de dislexia. Una norma que cosecha rechazo en buena parte de la comunidad científica vinculada con la educación y la salud por considerarla —entre otros aspectos— reduccionista de los problemas que son propios de las infancias. En esa línea de cuestionamiento está la investigadora y docente de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) Mónica Báez, quien analiza que esta ley responde a una preocupante tendencia a «etiquetar a los niños que no comprenden y poner el eje en el trastorno antes que en el aprendizaje».

La norma en cuestión define a las Dificultades Especificas del Aprendizaje (DEA) como «las alteraciones de base neurobiológica, que afectan a los procesos cognitivos relacionados con el lenguaje, la lectura, la escritura y/o el cálculo matemático, con implicaciones significativas, leves, moderadas o graves en el ámbito escolar». Y con esa idea se avanza sobre cómo asistir desde la escuela a los chicos que se designa como «disléxicos». Según explica Báez, «decir que la dislexia es una enfermedad o una dificultad de origen neurobiológico es no decir nada. Sin lugar a dudas que tenemos neuronas, como tenemos estómago y ojos, pero eso no da cuenta de los procesos psicológicos que supone el aprendizaje».

Lógica de la etiqueta

Considera que leyes como la de dislexia más que atender a las infancias con dificultades en los aprendizajes buscan rotular a quienes no encajan con lo que se considera «normal»: «Estamos borrando la complejidad de sujetos y de contextos sociales, culturales y específicos. Hablo de cualquier etiquetamiento: mujeres, sordos, indígenas, disléxicos… La lógica del etiquetamiento supone la necesidad de reducir lo complejo de la realidad a una sola perspectiva».

La ley de dislexia también contempla la capacitación para los docentes para la detección, prevención y asistencia pedagógica de los llamados alumnos disléxicos o con otras dificultades de aprendizaje. La investigadora de la UNR considera que esta decisión no sólo suma más tarea a los docentes sino que los desplaza de su lugar propio de trabajo. «En vez de pensar en capacitar a los maestros para enseñar en un mundo cada vez más complejo donde leer y escribir no es lo que era hace diez años, se lo corre de su campo específico de la educación. Si ponemos al maestro en el rol de quien diagnostica, ¿dónde queda el lugar de enseñante?», cuestiona quien es directora académica de la especialización en alfabetización e inclusión, también de la maestría en enseñanza de la lengua y la literatura, y de la Cátedra Internacional de Estudios Interdisciplinarios en Alfabetización «Doctora Emilia Ferreiro» (todos espacios de la UNR). Además de doctora en ciencias, en la especialidad investigaciones educativas (Cinvestav/IPN de México).

La especialista advierte que un chico que aprende «es mucho más que un conjunto de neuronas y neurotransmisores: es un sujeto psicológico cuyos procesos están atravesados por las experiencias socioculturales, las oportunidades de aprendizaje que les ha dado el medio y también los modelos didácticos que les permiten o les obstaculizan el acceso a ese saber». Observa que de seguir el camino de esos reduccionismos la consecuencia será un retraso en la alfabetización. «De esa manera estaríamos creando una alfabetización mínima que no habilite al sujeto a desenvolverse en la complejidad de discursos escritos y orales que caracterizan a nuestro mundo».

Cuestionadas prácticas

También expresa su preocupación por cuestionadas prácticas didácticas que la ley de dislexia termina por avalar. Por ejemplo, la norma recomienda a los maestros evitar extensos dictados y copias para estos chicos nombrados como disléxicos. «¿Esto quiere decir que para el resto de los chicos sí vienen bien las copias y los dictados? Cuando ya sabemos por años de investigación educativa y de experiencias didácticas muy consolidadas, que la copia y el dictado por sí mismas no generan aprendizajes», interpela la educadora. La norma también propone capacitar a los docentes para la detección temprana de la dislexia. Un planteo —dice Baéz— que desconoce el desarrollo propio de un niño, y donde se corre el riesgo de derivar en el diagnóstico precoz de una enfermedad inexistente.

Junto a la aprobación de la ley de dislexia se afianzan los discursos hablan de una cantidad notable de «chicos disléxicos». De hecho, en agosto pasado, la directora del Instituto de Neurociencias y Educación de la Fundación Ineco (Instituto de Neurología Cognitiva), Florencia Salvarezza, ofreció una conferencia en Rosario donde afirmó que «el diez por ciento de la población escolar es disléxica». Ineco firmó este año un convenio con el Ministerio de Educación de la Nación para capacitar a los docentes en materia de neurociencias.

Mercado de la salud

Para Báez no hay dato empírico que sostenga ese porcentaje ni datos científicos que muestren que esas situaciones son así. Opina que inquieta que el acento esté en la detección de la enfermedad antes que la interpretación del saber, y que los maestros estén invitados a diagnosticar, a capacitarse más para la enfermedad que para la enseñanza y la calidad de los aprendizajes. «Eso lleva —profundiza— a discursos tecnocráticos que terminan siempre en intereses que son ajenos a la educación. Y esto no significa ir en contra del deseo y la preocupación legítima de los padres, a quienes les dicen que su hijo tiene «x» situación y que además está catalogada como una enfermedad. Me preocupa que se les diga que tiene ese problema «x»`y resulta que no es tal, es decir, el mal diagnóstico. Sin duda que cuando hay discurso que comienza a dominar es porque algunos intereses hay. El problema es cuando la educación entra en el mercado de la salud, porque en el medio de esto hay un niño que sigo defendiendo como un sujeto pensante al que tenemos la obligación de interpretar antes que patologizar».

La educadora de la UNR no desconoce la existencia de patologías, pero insiste en que el paradigma de trabajo debe ser el de la salud, que invita a mirar lo que el chico sabe y puede antes que lo que no puede. Para ilustrar esta afirmación trae a la conversación una anécdota que define muy valiosa, ocurrida a principios de los 90, cuando recién se intentaban interpretar las valoraciones didácticas de los aportes de las investigaciones de Emilia Ferreiro en materia de alfabetización. «Fui de visita al Instituto Santa María, donde me sorprendió el trabajo de unas maestras que enseñaban a chicos con dificultades intelectuales y con síndrome de Down. La escuela estaba llena de escritura de los alumnos y alumnas, algunas legibles desde lo convencional y algunas no. Las felicité sobre todo porque los chicos estaban en actitud de escritores y de lectores. Fue cuando me respondieron: «Sabes qué pasa, nosotras ya sabemos lo que nuestros alumnos no pueden, entonces nuestra tarea es averiguar qué pueden». Esa debería ser la mirada de quien enseña: indagar en lo que el chico puede, qué es lo que sabe», se planta la investigadora.

Alfabetización e inclusión

Mónica Báez dirige la especialización en alfabetización e inclusión. Un posgrado de carácter interdisciplinario conformado por seminarios ofrecidos por especialistas de diferentes disciplinas. La propuesta académica está orientada a todos los profesionales involucrados en el hecho educativo, como psicopedagogos, psicólogos, fonoaudiólogos y docentes de carreras de cuatro años, entre otros. Funciona en el Centro de Estudios Interdisciplinarios (CEI) de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), con sede en Maipú 1065.

El posgrado (cuenta con resolución de Coneau 11.595/14) tiene abierta la inscripción para la cohorte que comienza en 2017. Hay tiempo de inscribirse hasta el 30 de noviembre próximo. Para más información, los interesados pueden escribir a los correos: alfabetizacioneinclusion@unr.edu.ar ó cei-comunicacion@unr.edu.ar, también en el perfil de Facebook: Especialización en Alfabetización e Inclusión

Tal como se define sobre el alcance del título ofrecido, el especialista en alfabetización e inclusión «es un posgraduado con una sólida formación teórica y práctica en el área específica. Esto le permitirá reflexionar, delimitar y resolver desafíos inherentes a procesos de alfabetización entendidos como los itinerarios de ingreso a las culturas de lo escrito desde una óptica inclusiva».