Por Ana Cabral, acabral@infobae.com
Los problemas de aprendizaje en los chicos fueron siempre cuestiones muy difíciles de abordar, ya que se trata de edades de cambios permanentes, lo que torna complicado el hecho de poder sostener en el tiempo un tratamiento adecuado. Por ese motivo, en reiteradas ocasiones, se suele recurrir a soluciones cortoplacistas y, muchas veces, erróneas.
En ese sentido, Marcela Pereira, psicopedagoga, magister en Psicología Educacional, docente de la Universidad de Buenos Aires y miembro del Programa Asistencial Gratuito para niños y adolescentes con problemas de aprendizaje, destaca: “Actualmente, los padres que nos consultan suelen describir como los principales síntomas que les llaman la atención de sus hijos hechos tales como que dan muchas vueltas para hacer una tarea simple o comprender una consigna; chicos muy callados que no participan en clase y que juegan solos o con los lápices; manifestaciones de enojos con compañeros que no pueden controlar o realizar malas contestaciones y el mal desempeño en el colegio”.
A la hora de caracterizar a los niños con dificultades de aprendizaje, Pereira sostiene que suelen presentar “inhibiciones afectivas que se observan tanto en el intercambio con los otros, como en producciones pobres, descriptivas y poco creativas en el colegio. También pueden presentar un despliegue incontrolable en su conducta, lo que les complica la relación con el otro y el hecho de detenerse para escuchar a la docente, analizar un problema, interpretar una consigna, o escribir. Dichas modalidades restringen la plasticidad simbólica y cognitiva que se requiere para producir y aprender conocimientos”, describe.
Consultada acerca de si la influencia y el desarrollo tecnológico contribuyen a generar falta de atención y dispersión, Pereira niega la hipótesis, ya que no cree que dicho fenómeno en sí produzca dispersión. “Es una herramienta valiosa y rica. Lo que varía son los sentidos que tiene para quien la usa, en especial los juegos y comunicaciones en red o virtuales. Pueden ser desde una oportunidad valiosa de producción y enriquecimiento simbólico a un modo defensivo de aislarse del contacto personal con el otro y refugiarse en un otro virtual, sean estos jueguitos o juegos en red o redes sociales. Es importante que un adulto acompañe y regule a qué juega un niño y cuánto tiempo. La dispersión y falta de concentración tienen sentidos singulares para cada niño, no los ocasiona lo tecnológico. En cambio, lo tecnológico puede terminar siendo una ‘buena vía’, o buena herramienta con que distraerse y no prestar atención a otros aspectos de la vida”.
Sin embargo, la especialista afirma que es muy frecuente encontrar chicos que presentan problemas de dispersión, hiperactividad o dificultades de concentración en el colegio pero que, por otra parte, se manejan perfecto con la computadora o con juegos virtuales. Pereira asegura que ambas patologías pueden convivir en los niños y adolescentes, ya que “ser autónomo en algunos aspectos de la vida cotidiana, dependiente y con dificultades en actividades como leer, escribir, estudiar o hacer la tarea, puede pensarse como una dificultad para la salida del ámbito familiar y el ingreso a otra institución (escuela), con reglas de juego muy diversas a las originarias de cada niño y cada familia. Pensemos, por ejemplo, que para comunicar algo a través de la escritura y ser comprendidos, debemos aprender y aprehender las convenciones y la fuerte legalidad que tiene la escritura”.
“Sea cual fuera el posicionamiento del niño frente al otro y frente al conocimiento (que también podríamos pensarlo como otro), y sea cual fuere el sentido singular que las dificultades de aprendizaje tienen para cada niño y cada familia, en todos los casos hay algún nivel de sufrimiento psíquico”, remarca Pereira.
En ese sentido y frente a este panorama, la especialista asegura que existen soluciones y que, para eso, el primer paso es pedir ayuda a profesionales.
“En muchos casos se realizará un diagnóstico psicopedagógico y, si se requiere, un tratamiento”. Para ello, el compromiso de los padres es fundamental, dado que “colabora fuertemente en las transformaciones positivas del niño hacia el aprendizaje”.
En cuanto al tratamiento, la licenciada indica que se trata de “un espacio donde el niño es invitado a desplegar lo suyo. Hablar, jugar, escribir en un cuaderno. Son actividades que pueden parecer similares a las escolares pero su lectura es diferente. Cuando la escritura es medida y juzgada por sus faltas y fallas, es igual para un niño que para otro. En un espacio psicopedagógico, en cambio, la pregunta recae sobre el autor de esa escritura y ello abre la posibilidad de una indagación sobre el niño y sobre sus modalidades de pensar y aprender. Los yerros en la escritura, la lectura y el cálculo son convocados aquí para ser desplegados y trabajados. Hay algo que merece ser leído y se abren allí ‘otros textos’ que subjetivizan al paciente y que producen importantes transformaciones en su deseo y sus posibilidades de aprender”, concluye.