Educación / La diferencia, un desafío
Integración de la discapacidad: otra deuda sin saldar del secundario
Aunque existen leyes nacionales y normas internacionales que obligan a su admisión en escuelas comunes, sólo el 15% de los chicos de entre 13 y 19 años con alguna discapacidad están escolarizados
Como algunos de sus compañeros de clase en un colegio privado, Francisco tiene dos años más que la edad ideal para cursar primer año del secundario. A diferencia de ellos, lucha contra un trastorno general de desarrollo que no le impide estudiar ni compartir todo con los demás.
Gracias al compromiso perseverante de su mamá, Jimena Noziglia, y de algunos docentes y directivos que la ayudaron durante un largo derrotero por diferentes escuelas y experiencias, Francisco integra el reducido grupo del 15 por ciento de los niños y adolescentes con capacidades educativas especiales integrado con éxito en el sistema educativo.
El resto, el 85% de los chicos de entre 13 y 19 años con algún tipo de discapacidad, no está escolarizado, aun cuando en la Argentina son obligatorias tanto la primaria como el secundario y también es obligatoria, por leyes nacionales y tratados internacionales, la integración en escuelas comunes de alumnos con algún tipo de capacidad educativa especial, se trate de aspectos motores, sensitivos o intelectuales.
Estadísticas de la Dirección Nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa (Diniciece), del Ministerio de Educación de la Nación, informadas a LA NACION por Unicef Argentina, indican esos porcentajes y dan cuenta también de un notable crecimiento de la integración en jardín de infantes y primaria.
Según informó a la prensa el viceministro de Educación de la Nación, Jaime Perczyk, entre 2001 y 2010 la cantidad de niños con capacidades educativas diferentes integrados en escuelas comunes creció un 91% (pasó de 23.000 a 45.000). En tanto, los incluidos en escuelas de enseñanza especial creció un 16% (de 109.000 llegaron a 127.500).
El censo de población de 2010 muestra que, mientras en primaria estaban integrados en escuelas comunes ese año 31.531 niños con algún tipo de discapacidad, en secundario la cifra se reducía a 6763. Una proporción similar era la registrada en las escuelas especiales en las cuales asistían a la primaria 63.622 niños y 11.219 al secundario.
El gran desafío es la integración en el secundario, donde se requiere una mayor flexibilidad por parte de los profesores. Padres y funcionarios coinciden en que el temor por lo desconocido lleva a los directivos a buscar en la falta de vacantes un argumento de expulsión. A tal punto es el rechazo, que algún ministro de Educación sugirió a las familias presentar recursos de amparo contra su propia gestión como vía para la inclusión.
«Fue muy difícil, muchos colegios me dijeron que no hacían integración», contó a LA NACION Gabriela Santuccione, madre de un adolescente que también tiene trastornos de desarrollo y debe ser acompañado a la escuela por un docente integrador.
Elena Duro, de Unicef Argentina, afirmó que «la inclusión en secundario presenta muchos más desafíos que la inclusión en la primaria, lo que no significa que la inclusión en la escuela primaria sea un tema resuelto». De ahí que el tema de la integración sea el eje del segundo Congreso Argentino de Discapacidad en Pediatría que, organizado por la Sociedad Argentina de Pediatría y la Fundación de la Sociedad Argentina de Pediatría, y con el apoyo de Unicef, se realizó entre el 27 y el 29 de este mes en Buenos Aires.
«Hasta el momento se viene trabajando mucho en la integración que otorga una certificación de saberes, pero no el título de nivel medio, sea bachiller, perito mercantil o técnico -dijo el director de Educación de gestión pública de la ciudad de Buenos Aires, Max Gulmanelli-. Por eso se está trabajando en este tiempo para definir una forma de dar titulación», agregó el funcionario.
Rechazada en 43 colegios
La trayectoria exitosa de Francisco en el área de educación privada confirma la tendencia que indica una mayor apertura a la inclusión de chicos con algún tipo de discpacidad en las escuelas de gestión pública.
En 2010 eran 39.893 los alumnos integrados en escuelas comunes de gestión estatal y 5288 en establecimientos de gestión privada.
Cuando la madre de Francisco debió cambiarlo de colegio hace unos años fue rechazada por 43 colegios privados. «Buscaba en los privados porque los públicos no permitían llevar una maestra integradora y encontré finalmente en uno en el que Francisco está muy bien, La Paz, en Caballito», recordó Noziglia, quien fundó la Red Amparar, una de las agrupaciones de padres que buscan acercar soluciones a los problemas de sus hijos.
El ingreso del profesor integrador en los colegios, algo resistido por algunos gremios docentes, es en el ámbito porteño autorizado por una resolución (la N° 3773) lograda en virtud de la iniciativa y trámite de un grupo de padres.
Lo mismo pasó con la modificación de otra resolución del Ministerio de Educación porteño (la N° 25/11), que limitaba el acceso al secundario de los chicos con capacidades educativas especiales. En estos días fue modificada y está a la firma del minsitro Esteban Bullrich un texto que dispone que cada colegio deberá elaborar un Proyecto Pedagógico Individual (PPI) para cada uno de los alumnos integrados.
«Nuestra hija, de 11 años, tiene síndrome de Williams, y está en un colegio privado desde el jardín de infantes con un resultado excelente y un alto grado de alfabetización», dijo Paula Galante de Mayol, una de las madres impulsoras de la modificación de la resolución 25 de la Dirección de Educación de Gestión Privada (DEGP).
«Es verdad que a nivel medio la integración es más baja. Pero hace veinte años tampoco se daba en nivel inicial y primario», dijo la directora de la DEGP, Beatriz Jáuregui. Ante los datos y las experiencias que evidencian una menor inclusión en los colegios de gestión privada la funcionaria admite: «Es cierto, la resistencia ante lo que uno no conoce y es diferente ocurre en todos lados, también en los colegios privados. Pero en las últimas dos décadas se avanzó mucho en la aceptación de la diferencia. Hay mucho para avanzar. Pero no podemos decir que la escuela privada sea expulsiva».
«Las dificultades que se encuentran para integrar en el nivel secundario surgen de las características y limitaciones propias de ese nivel educativo, de la finalidad de su currículum oculto que sigue siendo preparatorio para la universidad, de su estructura diversificada en materias y de la conflictiva edad de la población con la que trabaja -dice la licenciada Cecilia Zubieta, directora de la primaria especial Escuela de la llave del cielo azul, en Lomas de Zamora-. Por el mismo motivo que causa altos índices de deserción escolar en ese nivel, resulta muy compleja la integración escolar de niños con discapacidad en la escuela secundaria.»
Para Duro, la integración no dará pasos significativos hasta tanto no se cambie el eje de discusión. «Ahora se acentúan las características de la discapacidad del chico, lo que le falta, pero debería prestarse más atención a los dispositivos, apoyos, respuestas a necesidades particulares que va teniendo cada alumno en su grado de evolución. Es un cambio de paradigma que llevará su tiempo», concluye.
La discapacidad en cifras
Qué pasa en la Argentina y en el mundo.
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Millones en el país:
En 1 de cada 5 hogares argentinos vive una persona con algún grado de discapacidad. Son más de 5 millones de personas en todo el país. El 13 por ciento tiene entre 0 y 19 años de edad. Estos datos surgieron en el censo nacional 2010
- En el mundo:
El 15 por ciento de la humanidad tiene algún tipo de discapacidad. Al menos 95 millones son niños. El 90 por ciento de los niños con discapacidad no asiste a la escuela, según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Banco Mundial (BM) y la Unesco
Del editor: cómo sigue.
La integración en el ámbito educativo exige no sólo flexibilidad de profesores y alumnos, sino un genuino cambio social dentro y fuera de las aulas.