La Nación – Sábado 29 de marzo de 2014
Por Max Goldenberg
En este mundo actual donde todo parece estar ligado a la productividad a toda costa, es muy difícil encontrar un espacio para la creatividad. Es algo en lo que pienso mucho y me satisface cada paso que doy al respecto. Tengo que reconocer que el término Life Hacking suena un poco feo. No quiero hackear a la vida, porque suena a hacer trampa en cierta forma, ¿o no? Sin embargo, la pregunta recurrente es: ¿cómo hago para no caer en la rutina y que ella me arrastre hacia lugares cómodos, pero a la vez carentes de placer?
Para ponerlo de otra forma: ¿puede la tecnología ayudarnos en las cuestiones domésticas, diarias, que nos sacan tiempo y generan problemas? La respuesta es: por supuesto que sí.
Hagamos un simple paneo: Waze para evitar congestionamientos, Yahoo! Weather para salir con el paraguas adecuado, Twitter para divertir y divertirse, Google Maps para encontrar lo que busco, Feedly para organizar mis noticias, visitar TED.com para alegrar el espíritu, YouTube y sus videos, Spotify y su música, Netflix y House of Cards…
Podría seguir y seguir indefinidamente. Lo cierto es que la tecnología nos ayudar a hackear la vida a cada paso que damos. Y parece que no va a parar, que esta tendencia sigue y sigue cada vez más. Continúa. Hasta el infinito y más allá.
Ahora bien; ante este panorama, lo que intento yo, a diario, es seguir una rutina que (en el fondo…, bien allá en el fondo) me ayude a ser un poco más feliz. Sin por eso terminar siendo un autómata, claro.
Una receta personal
Allá por 1980, un señor italiano creó un método por el cual cada 25 minutos hacía un corte de 5 sobre el supuesto de que así aumentaba su productividad.
Sin llegar a ese extremo, esta es mi receta para que ustedes, lectores queridos, puedan armar la suya: hacer lo que más me gusta hacer al menos dos o tres veces por día. Y si son varias cosas, mejor. De esa manera divido mi día y trato de cumplir los objetivos a rajatabla. Si tengo muchas reuniones de trabajo, me agendo reuniones de relajo. Y no tengan dudas: les doy exactamente la misma prioridad que a las demás.
Al principio cuesta porque la sensación interna tiende a impedir que el ocio forme parte de la rutina propia. Pero, ¿saben qué? Ese ocio es de verdad productivo, es parte de lo que hace que todos nosotros seamos eficientes en lo demás. Es lo que evita el efecto de estar quemados, frustrados, estresados. Lo bueno es que una vez que entran en ese ciclo, cuando no lo cumplan, van a sentir que les falta algo. Es esa seguridad la que acaban de hackear. Ahora son, finalmente, libres.