Entrevista a Sergio Rascovan, licenciado en psicología.
Bernardita Ponce Mora

Sergio Rascovan, licenciado en psicología y magíster en salud mental comunitaria, estuvo en Salta días atrás para participar en dos actividades en las universidades salteñas en torno a la temática de la orientación vocacional.

El especialista dictó un seminario sobre el paradigma crítico en orientación vocacional en la Universidad Católica de Salta. También inauguró un panel de políticas públicas e inclusión en el XIX Congreso argentino de orientación vocacional con el título “Pensar, imaginar y soñar”, en la Universidad Nacional de Salta. Este fue organizado por la Asociación de Profesionales de la Orientación de la República Argentina (Apora).

Entre una actividad y la otra, el profesional dialogó con El Tribuno sobre la importancia de ampliar el alcance de la orientación vocacional a las poblaciones más vulneradas.

¿A qué se llama orientación vocacional y qué abarca?

Las problemáticas vocacionales no son otra cosa que las problemáticas humanas vinculadas con lo que hacemos, con lo que elegimos hacer y con cómo construimos nuestros recorridos de vida a partir de lo que hacemos, en particular, trabajar y estudiar, pero no solo eso sino todas las problemáticas relacionadas con cómo los sujetos elegimos y construimos nuestros caminos de vida en lo que hacemos. La orientación vocacional son los dispositivos que se van organizando como formas de abordaje y de acompañamiento a los sujetos en distintos momentos de la vida. La práctica de la orientación se ha caracterizado por el momento de finalización de la escuela secundaria y se la conoce como aquella intervención que se hace en ese contexto.

¿Qué vino a hacer a Salta?

Lo que vine a hacer aquí y que venimos planteando hace mucho tiempo es extender el horizonte de esas prácticas, que no se reduzcan a ese momento ni a quienes lograron terminar la escuela secundaria porque sabemos que no todos lo logran, a pesar de que la escuela secundaria es obligatoria.

La preocupación empieza a ser que esta problemática de elegir qué hacer sea también un derecho: el derecho que todo sujeto humano tiene a preguntarse qué hacer y elegir qué hacer en sociedades, como las nuestras, que son profundamente desiguales y que no otorgan ese derecho del mismo modo. Nuestra responsabilidad, como profesionales, es ampliar el derecho para que sea cumplido por toda la población.

¿Cómo piensan implementarlo?

Más que implementarlo, porque la implementación de una política de tal envergadura es una política pública, lo que hacemos, en principio, es señalar esta vacancia y esta particularidad y responsabilizar a la sociedad, al Estado en particular, de la aplicación de políticas públicas para tratar de que esas desigualdades se vayan reduciendo de algún modo y que se generen políticas activas para tratar de otorgar este derecho a todos. Acabamos de publicar un libro que se llama “Orientación vocacional con sujetos vulnerabilizados. Experiencias sociocomunitarias en los bordes”. Es una compilación que yo coordiné para pensar en esta línea de intervención en personas tradicionalmente excluidas de la práctica de la orientación: con discapacidad, en situación de encierro, que no trabajan ni estudian, transgénero, de localidades rurales muy alejadas y de tercera edad. Todas estas poblaciones son las tradicionalmente excluidas y hace varios años se presentan trabajos destinados a ellas en estos congresos. El libro intenta visibilizar estas prácticas y potenciar e invitar a otros colegas a recrear las prácticas ya tradicionales. Esto no excluye la práctica clínica en un consultorio ni las prácticas en el sistema educativo.

¿En las escuelas se debería hacer orientación vocacional?

Si hablamos de orientación vocacional, el espacio privilegiado para el tratamiento de estas temáticas es el sistema educativo. Todo estudiante que cursa en el sistema educativo en cualquier nivel debería tener un nivel de interlocución y de acompañamiento sobre la construcción de su recorrido de vida.

No se trata de apresurar la pregunta de lo que va a hacer cuando sea grande, sino de registrar lo que va construyendo porque, a medida que crece, va haciendo actividades. Primero, debe tener la oportunidad de desarrollar diversas actividades porque, en definitiva, la construcción de vocaciones -la palabra “vocación” merece ser deconstruida- está muy asociada con la posibilidad que tiene alguien de conectarse con una diversidad muy amplia de actividades, de lugares y de personas. Una vida restringida supone que la apertura de los intereses y de las curiosidades se reducen. Entonces el sistema educativo tiene una altísima responsabilidad, que es poner en contacto a quien cursa con la mayor variedad de temáticas y problemáticas posibles.

En resumen, lo que planteo hace años es que, bajo el nombre de orientación vocacional, se pueden hacer tres tipos de intervenciones: la primera es la que podemos llamar pedagógica en orientación vocacional, que es trabajar en las instituciones educativas; la segunda es en términos de consulta a un profesional especializado y la tercera abarca las intervenciones sociocomunitarias.

¿La orientación vocacional se relaciona con el proyecto de vida?

Te decía que la problemática vocacional es aquella relacionada con elegir qué hacer y construir recorridos en la vida. Bueno, estos pueden tener la forma de un proyecto. Sería esperable que alguien pensara en qué proyecto o, al menos, en qué idea de proyecto tiene cuando elige lo que elige. Sería una especie de lógica estratégica al pensar la elección.

Creo que hoy cada sujeto tiene la responsabilidad y la obligación de gestionarse su vida. Aquí nadie te resuelve cómo vas a vivir, con lo cual es interesante que cada uno tenga la posibilidad de intercambiar y de pensar para ver cómo organiza su vida futura en términos de un proyecto.

Claro que, de acuerdo con los lugares en los que uno se encuentra en la vida social, las posibilidades son bastante distintas. Hoy hay una gran cantidad de la población que vive en una lógica del instante, en el día a día, de ver cómo llega a fin de la semana, ni siquiera a fin de mes. Entonces las poblaciones que se encuentran atravesadas por problemáticas dramáticas, como no tener condiciones materiales de vida digna, tienen limitada su posibilidad de pensar en términos de proyecto. La idea es que los dispositivos de orientación ayuden a construir estos proyectos siendo muy respetuosos de la situación de cada uno porque es una irresponsabilidad o una falta de respeto al otro cuando no se considera la situación en la que está.

¿En el congreso de Apora también tratará este tema?

Allí abriré un panel de políticas públicas e inclusión y hablaré un poco de estas cuestiones. Voy a empezar hablando sobre Dar Pie, un programa de política pública que se discontinuó y lo quiero decir porque en algún sentido quiero denunciar que la actual administración ha eliminado un programa nacional existente. En una historia de un país, que ha tenido muy pocas políticas públicas, la pequeña iniciativa que se había logrado instalar se cortó rápido.

¿En qué consiste Dar Pie?

Dar Pie (pensar-intercambiar-elegir) es un programa de orientación vocacional que yo tuve el honor de diseñar y coordinar en la gestión del Gobierno anterior, en el Ministerio de Educación de Nación, y consistía en un programa computarizado para que los estudiantes hicieran un conjunto de actividades que les permitieran construir sus propias decisiones.

Se trata de una adaptación de un juego computarizado que yo desarrollé con el nombre “Imágenes ocupacionales”, un producto que hice hace muchos años con tarjetas con fotografías. Ese material se vende en librerías como un libro con las fotos para hacer técnicas con las personas que están en situación de elección. Se ha trabajado en cárceles, en externación psiquiátrica y con tercera edad.

En 2014 el Ministerio me llamó para desarrollar un programa a nivel nacional y les propuse adaptar este programa computarizado de imágenes. Así armamos Dar Pie, con fotos nuevas que hizo el Misterio. Este tenía tres componentes: el programa computarizado, que está pensado desde el Ministerio para trabajar en el último año de la escuela secundaria; el curso de formación docente, a través de Nuestra Escuela, y un minisitio en el portal Educ.ar, que se llamaba Dar Pie. Allí había guías de carreras y videos que se habían producido en el canal Encuentro, en la televisión pública. Materiales muy diversos que juntamos en el sitio Dar Pie, donde también estaba el juego.

El juego computarizado sigue disponible en internet. Lo que no está es el programa. El juego se puede descargar gratis y, si colocás en el buscador: “dar pie” + “orientación vocacional”, vas a encontrar el juego entre los primeros enlaces.

Los adolescentes, cuando se estima que deberían terminar la escuela secundaria, ¿están preparados para tomar una decisión sobre lo que quieren hacer?

Yo creo que nunca estamos preparados. Ni los adolescentes ni nadie. Es algo que se resignifica cuando uno elige y después ve qué le pasa con lo que elige. Yo digo esto provocativamente porque se pueden hacer cosas para estar más preparados. De hecho, estos dispositivos de acompañamiento intentan que las decisiones que vaya a tomar alguien sean lo más elaboradas posible.

Una cosa es administrarle pruebas a alguien y darle un resultado, en la que no hay ninguna elaboración de nada. Otra cosa es crear un dispositivo en el que alguien elabore algo: lo que le pasa, lo que quiere, las inquietudes que tiene. Yo abono esa manera de trabajar y creo que, en la medida en que se haga un trabajo de elaboración, vamos a estar más preparados y nunca lo suficientemente preparados porque uno se prepara haciendo. Entonces, podemos pensar muchas cosas antes y, a la vez, saber que nunca vamos a tener la certeza de lo que va a hacer porque esa es la condición humana.