“Los chicos no aguantan las horas que pasan en el aula”
La escuela tradicional atenta contra la riqueza del pensamiento complejo, afirma la especialista en psicología educacional.
“A los chicos los están drogando para sostenerlos en el colegio, diagnosticados con un pseudo síndrome de dispersión, pero lo que está pasando es que sencillamente no aguantan estar las horas que están en el aula. En realidad nunca las aguantó nadie, pero cada vez se hace más insostenible fingir que uno las aguanta”, dice Denise Najmanovich* y dispara un flechazo certero a las fibras más delicadas de la sociedad: los niños y los adolescentes inmersos en un sistema educativo que ya no logra dar respuestas a pesar de las reformas que se impulsan cada tanto.
Najmanovich, que empezó su vida académica en las ciencias duras -es Bioquímica-, fue virando su timón hacia el estudio del aprendizaje, el conocimiento del conocimiento. Y luego se interesó en el pensamiento complejo, una revolución intelectual a la que el pensador francés Edgar Morin le puso nombre y apellido, a fines de los 60.
Najmanovich pasó por Tucumán y dejó inquietudes tras su seminario “Los afectos y sus efectos”, en el que invita a pensar el aprendizaje, el conocimiento y las relaciones humanas desde el abordaje de la complejidad y la transdisciplina. El curso taller estuvo organizado por la Fundación de Estudios Sistémicos y Nuevos Aportes (Fesna), centrada en la formación en las llamadas Terapias Posmodernas.
Una charla con esta pensadora es un juego constante y un desafío para reconocer y derribar prejuicios arraigados en una imperante estructura de pensamiento lineal, que tiende a empaquetar y repetir opiniones y acciones en un tramposo mecanismo de economía intelectual.
– ¿Cuáles son las premisas del pensamiento complejo?
– Es un planteo que ya hace más de 40 años comenzó a desarrollar el pensador francés Edgar Morin, en base a un estudio bastante amplio no solo de la historia de la ciencia sino del modo de producción del conocimiento científico. Hizo una diferenciación entre lo que él llamó el paradigma de la simplicidad, que sería un sinónimo -hablando en términos de la ciencia clásica o newtoniana- una ciencia construída sobre un modelo causal-lineal y con profundas restricciones respecto de qué puede o no puede investigarse ateniéndose a un modelo metodológico alineado a ese tipo de pensamiento causal-lineal. A partir de la apertura de Morin, en todo el mundo y especialmente en Latinoamérica, comienzan a plantearse otros modos de pensar, que coinciden con el desarrollo de un conjunto de nuevos paradigmas en la propia ciencia particularmente en el campo de la Física, los modelos no lineales, la teoría del caos, que empiezan a recurrir a otras herramientas y empiezan a plantearse problemas que dentro de las restricciones de la ciencia clásica no podían abordarse. Es una revolución epistemológica, que pudo ser aplicada luego como modelos matemáticos a la economía, la antropología, en algunas áreas de las ciencias sociales, la nueva ciencia de las redes.
– Pareciera que hoy pensáramos de una manera más compleja que lineal…
– Todavía estamos en una época convulsionada, donde hay grandes enfrentamientos. Toda la ciencia está cambiando mucho y en ello el pensamiento complejo ha hecho grandes aportes, pero en muchos otros ámbitos -como el periodismo por ejemplo-, el pensamiento causal lineal sigue siendo rey.
– ¿Pero fuera de la academia? ¿En la vida cotidiana?
– Esto es interesante. Los niños son los especialistas en pensamiento complejo. No están socializados en la obligación de tener que pensar de determinada manera, sino que piensan como ellos pueden, como investigan, como exploran el mundo y eso es pensar complejamente. La escolarización, la escuela, lamentablemente sigue siendo un modelo de reproducción. Somos muchos los que estamos intentando cambiar eso, pero como el sistema burocrático ha sido construido desde el paradigma de la simplicidad, los llamados expertos, que suelen ser consultados son los mismos que provocaron el desastre, y luego hacemos una nueva decoración, que se llama reforma educativa y dura tres o cuatro años.
– Las redes sociales parecen las hijas dilectas del pensamiento complejo
– Sí, las redes son complejas, pero en muchos casos esa complejidad que la red da intenta constreñirse, controlarse desde distintos sectores. Hoy hay una pelea en el mundo por la neutralidad de las redes, que no tengan propietario, que no puedan establecerse controles sobre las redes, de lo cual soy una ferviente partidaria.
– El seminario que viniste a impartir habla del cuerpo y los afectos, ¿cómo incide esto en el aprendizaje?
– Un tema que se desprende del paradigma del pensamiento complejo es que el pensar no es una actividad meramente intelectual, sino que la lleva a cabo un ser vivo que tiene un cuerpo, unos afectos, y que aprende en ese encuentro con la vida y no a partir de una codificación-decodificación abstracta. Entonces el cuerpo pasa a tener un protagonismo en el conocimiento que dentro del modelo tradicional de nuestra cultura no tiene, sino que aparece como algo puramente racional. Volviendo a los chicos te das cuenta cómo claramente ellos aprenden a caminar sin ir a la escuela, sin libros… aprendemos a caminar caminando, a hablar hablando, sin seguir ningún procedimiento estandarizado y sin exámenes, pasándotela muy bien. La simplicidad siempre pone un límite que sólo separa. Pero la piel tanto te separa como te vincula al mundo. Tanto vas a recibir una caricia como una cachetada y ese cuerpo pensante, ese pensar desde y con el cuerpo, es un pensar afectivo, que tiene que ver con el encuentro del ser vivo con el mundo. El pensamiento siempre es afectivo porque la vida es un encuentro con el mundo, no sólo con las otras personas.
– Con tanta exposición a lo digital parece que los chicos aprendieran más rápido, ¿es así?
– Los videos que ven en internet no es que les enseñan. Ellos son los que aprenden. Esto es un cambio radical. En el campo de la educación el tema de la complejidad viene con un cambio del énfasis de la enseñanza por un énfasis en el aprendizaje. La compu no les enseña ni el jueguito tiene la instrucción de hacerlo, pero como nadie lo obliga a nada, el chico explora, busca, saca conclusiones, se equivoca, vuelve para atrás. Aprende. Y hay una exposición enorme a estás tecnologías que no enseñan, sino que habilitan el aprendizaje.
– ¿O sea que el aprendizaje individual sería más efectivo que el social?
– Muchos de los juegos, los que más promueven el aprendizaje, son colectivos. No se trata de individual o social. El aprendizaje siempre es social. Hay una experiencia muy interesante impulsada por un educador indio, Sugata Mitra. La metodología se llama El agujero en la pared. Colocó una computadora dentro de una pared y los chicos podían pasar, verla, tocarla, usarla. Muchos de ellos no habían visto una computadora en su vida y no sabían inglés. A los varios días ya había un gran grupo de chicos que la usaban, entendían inglés, podían googlear, buscaban cosas. Los chicos y más grandes trabajaban juntos y no es que el más grande le enseñaba a los menores, sino que uno descubría algo y lo compartía con otro. Entonces Mitra desarrolló la idea del autoaprendizaje, que es social porque los niños interactúan entre sí, aportan cosas entre ellos y los adultos en todo caso colaboran mínimante con intervenciones laparoscópicas, como lo llama el educador argentino Alejandro Piscitelli. Para encauzar o promover algo, pero trabajando siempre dentro de estos procesos naturales de aprendizaje que el pensamiento complejo ha podido pensar precisamente porque son espontáneos y autoorganizativos.
*Profesora de la Maestría en Psicología Educacional de la UBA y en otras universidades latinoamericanas, autora de “Mirar con nuevos ojos. Nuevos paradigmas en la ciencia y pensamiento complejo”, “Epistemología para principiantes” “El juego de los vínculos. Subjetividad y lazo social: figuras en mutación”.