Sergio Rascovan dice que la incertidumbre es inherente a toda elección y es difícil aún predecir hacia dónde puede migrar la elección de carreras.
Mientras las facultades e institutos terciarios ya abrieron sus puertas, los chicos y chicas que terminan la secundaria se encuentran en pleno período de transición. Finalizando el ciclo bianual establecido a raíz de la pandemia del coronavirus, y de cara a un futuro incierto a nivel social, sanitario y económico. Para Sergio Rascovan, psicólogo y especialista en orientación vocacional, aún es prematuro para predecir el impacto de la pandemia en las elecciones de los jóvenes. “Es difícil aún predecir hacia dónde puede migrar la elección de carreras producto de este contexto”, dice el especialista a La Capital.
Secretario científico de la Asociación de Profesionales de la Orientación de la República Argentina (Apora), docente universitario y autor de Las elecciones vocacionales de los jóvenes escolarizados, Los jóvenes y el futuro y Orientación vocacional con sujetos vulnerabilizados, Rascovan afirma que “la incertidumbre es inherente a toda elección”. Invita a pensar que la mitad de los jóvenes del país es pobre y afirma: “Nuestra principal preocupación, como profesionales de la orientación vocacional, es poner nuestras energías, prácticas y saberes al servicio de la población más castigada”.
—¿Cómo impacta este contexto de incertidumbre en las elecciones?
—Es difícil responder a esa pregunta, en principio por la variedad de poblaciones, geografías y situaciones socioeconómicas. Hecha esta salvedad, toda elección al terminar la escuela secundaria tiene un carácter inaugural de lo que conocemos como itinerario vocacional o recorrido de vida asociado con lo que hacemos. De ahí en adelante la vida social nos lleva permanentemente a estar en situación de revisión de lo elegido, más que nada producto de escenarios sociales muy cambiantes. Esto no es por la pandemia, pero lo que la pandemia desenmascaró y agudizó fenómenos preexistentes que ahora son imposibles de eludir. La incertidumbre es inherente a toda elección, porque se abre algo inédito. Sí podemos suponer que si hay un aspecto de incertidumbre inherente a toda elección, en contexto de pandemia se ve agudizado. Y las formas que los pibes tienen para responder a esa cualidad de lo incierto también es variada, porque algunos tienen mas capacidades adaptativas, más recursos simbólicos, una red de sostén u otros con quienes dialogar sobre esto. Pero hay otros que están totalmente a la deriva. Entonces, aquellos que están en condiciones muy desfavorables también padecen este contexto de pandemia con la ausencia de políticas públicas de acompañamiento. Y aunque las hubiere la advertencia es que son políticas que tampoco vienen a dar resultado sobre estos temas, porque la principal fantasía sobre esta práctica llamada orientación vocacional es la fantasía de resolución.
—¿En qué sentido?
—De resolver un problema como es una elección con cierto nivel de certeza. Trabajamos desde una perspectiva crítica, a diferencia de un discurso técnico-mecanicista que supuestamente a través de pruebas estandarizadas como son los test pueden resolver con niveles de certeza esta cuestión. En realidad, tanto las intervenciones que los profesionales hacemos como las políticas públicas que podrían desarrollarse tienen esta advertencia: no resolvemos nada, lo que hacemos es encauzar una problemática que supera a los sujetos individuales y que tiene que ver con muchísimos factores. Y de lo que se trata es de generar un espacio donde poder revisar esos factores que intervienen, ponerlos en cuestión y desde ahí tratar de que cada uno asuma el compromiso y la aventura de vivir y elegir lo que va a hacer.
—Hablás de itinerario de vida, como algo no cerrado sino que se construye a lo largo del tiempo.
—Eso es fundamental. Porque también hay una oposición de dos categorías conceptuales: la vocación y los itinerarios vocacionales. La primera tiene carácter cerrado, ahistórico, que supone que en un recorte de trabajo con el sujeto se puede resolver ese tema. La otra es pensar la vida como muy dinámica y cambiante. Donde de pronto nos toca una pandemia que nos pone patas para arriba. Entonces esos andamiajes que creíamos que nos permitían ordenar la vida quedan totalmente desarmados.
—¿Crees que las instituciones educativas y los Estados deben desarrollar alguna estrategia particular sobre estos temas con los que llamás sujetos vulnerabilizados?
—Yo diferencio la condición vulnerable propia de la especie humana de los sujetos vulnerabilizados por un sistema social que oprime, desecha y abandona. Ante esa pregunta no sé en cuántas áreas de la vida social necesitamos programas y políticas de sostén y acompañamiento, porque vivimos en una sociedad muy desigual y compleja. El capitalismo tiene sus límites y este gobierno los propios. Y lo que nos queda a los profesionales que trabajamos en distintos campos de la salud y la educación es trabajar con lo que podemos y forzar lo más posible a que se restituyan políticas allí donde las hubo y se creen donde no están. Hubo una experiencia entre 2014 y 2016 en el Ministerio de Educación que se llamó Dar Pie que dirigí, para acompañar a las personas en la construcción de sus decisiones y en el acompañamiento de sus trayectorias, articulado con el programa Conectar Igualdad. Eso se desmanteló y no se volvió a restituir. Hoy más de la mitad de los pibes de este país es pobre. Por eso me la paso señalando que nuestra principal preocupación como profesionales de la orientación vocacional es poner nuestras energías, prácticas y saberes al servicio de esta población más castigada. Pero sin políticas públicas estas experiencias son muy voluntaristas y restringidas.
Fuente: https://www.lacapital.com.ar/especiales1/eleccion-carreras-y-el-impacto-la-pandemia-n2643837.html