Son muy importantes las evaluaciones de aprendizajes cuando aportan información para mejorar condiciones que fortalezcan la enseñanza y los procesos de aprendizaje.
Si la evaluación se reduce a mero control y se nos hace creer que el hecho de evaluar mejora por sí solo los aprendizajes, suele contribuir a invisibilizar las (in)acciones que son responsabilidad indelegable del Estado. Reforzar las dificultades y naturalizar las desigualdades.
Invisibiliza la responsabilidad del Estado en cuanto se obsesiona con la evaluación, pero se desentiende de las condiciones que harían posibles mejores resultados. Suspende paritaria nacional incumpliendo con la ley y despojando a las provincias (en especial, las más débiles) de esta herramienta federal, con salarios por debajo del índice de inflación.
Disminuye y discontinúa a escala masiva la formación docente permanente, en ejercicio, gratuita y universal, como acuerdo paritario con sindicatos docentes.Lo mismo con la inversión en tecnología para estudiantes y docentes, en políticas socioeducativos que fortalecen la inclusión escolar, así como en libros, laboratorios y material didáctico para las escuelas.
Lo que hace el Estado es mercantilizar estas funciones trasladándolas al mercado, o sea, al bolsillo de las familias y de los docentes. El Estado es la única posibilidad de resguardo y cuidado para los más desfavorecidos, que son los sectores mayoritarios de la población que están atravesando una situación de restricciones y de padecimiento económico y social.
Refuerza y estigmatiza dificultades cuando, más que evaluación, se trata de herramientas para controlar y disciplinar a las escuelas, haciendo de los docentes aplicadores sin opinión, y de los estudiantes, respondedores seriales (una prueba, 24 ítems para desarrollar, 60 minutos para responder: prohibido pensar).
Y, de este modo, etiqueta malos y buenos alumnos, escuelas, docentes y directivos y, junto a los medios de comunicación, contribuye a estigmatizar a las escuelas (las públicas en particular) en las que “cae” más del 70 por ciento de la población, como naves a la deriva; a sus docentes, como impotentes, y a los estudiantes, como “feos, sucios y malos”.
Naturaliza desigualdades. Porque no se trata de resultados de escuelas estatales o privadas, sino de resultados que se corresponden en forma directamente proporcional con las condiciones socioeconómicas y culturales de las familias de los estudiantes y no con la división estatal/privada.
Convierte en natural un asunto que es y tiene raíces económicas, sociales y pedagógicas. Explicando sólo como rendimiento y mérito individual lo que es de orden social, institucional y con responsabilidad del Estado. Con un detalle nada menor: que las máximas autoridades anunciaron malos resultados antes de realizar el operativo Aprender.
*Especialista en educación