Con tutores, lograron reducir el fracaso en la escuela secundaria

Es porque con ellos los chicos aprenden el “oficio de ser alumnos”, de acuerdo a una nueva investigación.

Por Alfredo Dillon

Asediada por la alta deserción y el bajo nivel de aprendizaje, la secundaria está en jaque. Todo el mundo habla de reformar el nivel medio, pero no hay acuerdo sobre cómo hacerlo. Desde la ONG Cimientos probaron una innovación que parece dar resultados: implementaron un programa de becas con tutorías para acompañar las trayectorias escolares de los adolescentes. Acaban de presentar los datos surgidos de la evaluación de esa iniciativa: encontraron que las tutorías mejoran el desempeño de los alumnos y reducen el ausentismo.

Los últimos datos del Ministerio de Educación indican que había 795.471 alumnos cursando 1° año de la secundaria en 2014. Ese año terminaron la escuela solo 315.659 estudiantes: menos de la mitad (39,6%). La comparación con la cohorte que cursaba 1° año en 2009 (806.376 alumnos) arroja cifras similares: 6 años después, solo el 39,1% recibió su título. En otras palabras, 6 de cada 10 se quedaron en el camino. Este panorama motivó a Cimientos a pensar estrategias que permitan que más chicos lleguen a la meta.

Según el estudio de Cimientos, realizado en la provincia de Buenos Aires,  una de las causas que explican el bajo desempeño de los alumnos es la falta de “hábitos escolares”: muchos desaprueban porque no estudian con anticipación para una prueba, no le piden la tarea a un compañero si faltan, o no aprovechan las horas libres para estudiar. Es decir: no saben “navegar” la escuela, y no lo han aprendido de sus padres porque muchos pertenecen a la primera generación de sus familias en acceder al nivel medio, cuya “obligatoriedad” –vigente solo en la letra de la ley– cumple una década en 2016.

El acompañamiento de un tutor –en la mayoría de los casos, a lo largo de los 5 o 6 años de secundaria– puede hacer la diferencia para que los adolescentes incorporen estos hábitos. “El programa Futuros Egresados propone una tutoría en la escuela, una vez por mes. Es un proceso en el que no solo participan el tutor y el alumno, sino también un adulto (padre, hermano o algún referente) que se compromete a acompañar al chico”, explica María Cortelezzi, de Cimientos.

El sociólogo suizo Philippe Perrenoud sostiene que existe un “oficio de alumno”, una serie de saberes (por ejemplo, cuándo y cuánto estudiar, cómo relacionarse con cada docente, cómo comportarse en el aula) que le permiten al estudiante desenvolverse en escuela. Ese oficio no se enseña en ningún lado, forma parte de un “currículum oculto”. “Muchas de esas conductas, que pueden parecer obvias, ya no lo son –sostiene Cortelezzi–. Hay chicos que no tienen la pauta de levantar la mano para hablar en clase, o preguntar si no entienden, o proponerse objetivos y revisar si los cumplen o no”.

«Los chicos van adquiriendo consejos de los tutores que los ayudan a desarrollar estas habilidades. Por ejemplo, si un alumno le cuenta al tutor que en general no termina los deberes, este le puede recomendar formas de hacer la tarea, como pedirle ayuda a un familiar, juntarse con un amigo, empezar con más de un día de anticipación. Así el alumno empieza a mejorar en estas habilidades», señala Alejandro Ganimian, investigador de posdoctorado de J-PAL de Ásia del Sur y coordinador de la evaluación del programa Futuros Egresados.

Según el estudio de Cimientos, las tutorías contribuyen a que los chicos incorporen mejor las pautas de su “oficio” y repercuten en los resultados: aumentan el porcentaje de alumnos que aprueban lengua y matemática en 10 puntos porcentuales, reducen la cantidad de alumnos que reprueban el año por más de 5 puntos porcentuales y disminuyen casi un 16% las ausencias. Además, el acompañamiento personalizado ayuda a que los chicos mejoren su motivación.