DES-ANDAR PARA ANDAR

Una reflexión acerca de la Psicopedagogía hospitalaria

Lic. Romina Centioni*

 

 

                 “Hacer de la interrupción un camino nuevo; hacer de la caída un paso de danza; del miedo, una escalera; y del sueño, un puente, y de la búsqueda… un encuentro”.

Fernando Pessoa

 La Psicopedagogía es una disciplina relativamente joven respecto de muchas otras.

Ha tenido que ir abriéndose paso a fuertes cambios y juzgamientos, entre otros motivos, por su especificidad un tanto próxima a algunas otras carreras afines.

La tarea de un psicopedagogo se está viendo cada vez más ardua en un contexto actual socio-educativo y económico difícil, y de patologías complejas, tales como trastornos de aprendizaje graves, conductas de riesgo, consumos de sustancias problemáticas, violencia, bullying, etc., que se entraman junto a grandes vulnerabilidades sociales, habitacionales y económicas, etc.

En relación a esto último, según un Informe de la UNESCO sobre «La educación para todos 2000-2015»: en el año 2006, en gran parte de los países de América Latina, “se registraron disparidades muy importantes entre los alumnos de las zonas rurales y las urbanas en lo que respecta al grado de aprovechamiento en el aprendizaje de la lectura”.

A pesar de que desde el año 2006 la cursada de la escuela media es obligatoria, desde hace algunos años las matrículas de alumnos de este tramo de escuelas públicas se mantienen en baja, respecto a la de las escuelas privada. Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Belgrano en 2015, describe que: “la desigualdad es una característica esencial de nuestro sistema escolar secundario, que se comprueba cuando se comparan los niveles anuales de graduación secundaria con los alumnos que ingresan al primer año en este ciclo: mientras en las escuelas privadas esta relación se ubica en un 58,5 por ciento, en las escuelas estatales apenas llega a un 30,6 por ciento. Es decir, la graduación privada es casi el doble que la graduación estatal. Entre 2003 y 2013, la escuela secundaria privada avanzó más que la estatal, tanto en matriculación como en graduación”.

Asimismo, los tradicionales formatos de enseñanza de las instituciones escolares se ven sobrepasadas por una nueva forma sociocultural y tecnológica. Al respecto, en un artículo de Infobae de Julio de 2016, desde el Proyecto Educar 2050, se sostiene que «el formato de escuela se ha mantenido intacto por siglos… hoy resulta obsoleto… la transmisión de información dejó de tener sentido desde el momento que todos podemos acceder a información infinita de modo inmediato, y la misma cambia constantemente a una enorme velocidad…”.

A todo lo anteriormente expuesto, se le suma que muchos de estos adolescentes que comienzan la cursada en escuelas estatales, desertan en el camino, por múltiples causas.

Éstas y muchas otras múltiples realidades, atraviesan a la Psicopedagogía hospitalaria. Muchas veces, desde los profesionales de esta disciplina, nos vemos sobrepasados con la propia carga de vulnerabilidades múltiples que traen los adolescentes que tenemos delante.

De las Admisiones realizadas desde el mes de Junio de 2016 a Junio del corriente año, a adolescentes entre 13 y 18 años, llevadas a cabo por el Equipo Co-admisor del Área Programática

[1] del Hospital Gral. de Agudos Dr. Teodoro Álvarez, siguiendo la clasificación del DSM V, del total de motivos de consulta recibidos: casi la mitad (45.5%) tenían que ver con trastornos del estado de ánimo y de ansiedad (T. depresivos, de ansiedad y relacionados con trauma y estrés), el 21,9% con trastornos de la conducta (T. destructivos, del control de los impulsos y de la conducta), el 12.7% con trastornos psiquiátricos (Automutilaciones, T. psicóticos), el 10.9% con trastornos del aprendizaje, el 3,6% con trastornos relacionados con sustancias, el 3,6% con necesidad de orientación a padres, y el casi 2% (1,8%) con trastornos alimentarios.

Ya no se alcanza a trabajar desde un solo tratamiento, sino que se requiere sugerir iniciar múltiples derivaciones, interconsultas y tratamientos para que ese sujeto que tenemos frente a nosotros logre alcanzar cierto desenvolvimiento para poder encajar mejor en el mundo de hoy, tan fluctuante y dinámico en cuanto a lo tecnológico, y económico, pero a la vez, colmado de viejos mandatos sociales.

La inevitable percepción de desasosiego al observar que no siempre estas derivaciones se toman en cuenta con la seriedad que se debieran es moneda corriente en nuestro trabajo.

Es conocida por todos los profesionales de la Psicopedagogía, la difícil y trunca sensación de hasta dónde y hasta cuándo estirar las intervenciones para que el sujeto que tenemos al frente no se caiga ni bien le «soltamos» la mano del tratamiento.

Sin embargo, sostengo que, en general, los profesionales psicopedagogos que trabajamos desde una institución hospitalaria pública, solemos estar acostumbrados a desenvolvernos de una manera como para que nuestra disciplina sea vista como tal, que no quede por debajo de otras…; y ésto, para mi punto de vista, de alguna manera, lo que hace es fortalecernos.

Ponernos más fuertes a la hora de fundamentar teóricamente, de justificar el por qué de un tratamiento y/o de otro; y de, entre otras tareas, realizar, también los profesionales, múltiples tareas a la vez: trabajar no sólo con el sujeto, la familia, la escuela, y otras redes interinstitucionales que rodean a ese sujeto, sino también con las tareas propias del servicio y a la institución efectora a la cual uno pertenece….

Cuántas veces vemos “interrumpido” nuestro trabajo cuando, recibiendo al paciente y dispuestos a realizar con él determinada actividad previamente programada, nos detiene su madre o quien acompañe con lo siguiente: “doctora, le puedo hacer una preguntita, me dijeron del colegio tal cosa…”. Pongo entre comillas “interrumpido”, porque si bien la consulta de padres es un punto de trabajo, y uno debe tratar de sostener un encuadre (evitando, por ejemplo, este tipo de consultas en pasillo), a veces, este tipo de cuestiones impone la necesidad de adaptar-se y transformar-se permanentemente frente a la realidad; pero también de ponernos en capacidad para poder realizar intervenciones/ indicaciones en algunos casos… y esto también es parte de nuestra disciplina… hacer para re-hacer….

O en cuántas ocasiones, nos vemos intentando que algunos[2] docentes de ciertas escuelas, quienes también se están viendo desbordados por la difícil realidad de hoy en día, no den supuestos diagnósticos sin fundamentos a los padres, o etiqueten con rótulos, a la vez que también sugerimos adaptaciones curriculares, etc. Y ni hablar, cuando nos vemos haciendo un “llamado de emergencia” para evitar que, por ejemplo – tomando un caso del hospital, la Directora de una escuela cite a una entrevista parental, al padre de un chico “porque quiero saber qué dice el padre”, cuando la madre de éste niño tenía una medida cautelar judicial de prohibición de acercamiento contra ese padre, para protegerse ella y el niño en cuestión…

Otra cuestión, muy frecuente en las instituciones hospitalarias, es que este “famoso” encuadre que todos los profesionales “psi” hemos estudiado, se ve dificultado de poder implementarse adecuadamente, por un sinfín de realidades que suelen ocurren diariamente en este tipo de nosocomios: interrupciones de pacientes que erróneamente golpean la puerta para dirigirse, en realidad, a otro servicio o consultorio, consultas o pedidos de otros profesionales y/o administrativos, consultorios compartidos, etc.

Aún frente a todas estas realidades, la Psicopedagogía hospitalaria se mantiene en pie como un espacio que está al servicio de lo público, y como tal, debe sostenerse para poder dar respuesta a la comunidad, y continuar siendo un espacio de escucha y de construcción. Es importante recordar las palabras de Alicia Stolkiner (1995), cuando sostiene que “la escucha es un acto de hospitalidad y solo es posible escucharlo desde una posición de desamparo de nuestras certezas. Todo niño tiene derecho a ser escuchado y este acto es básicamente hospedarlo en su singularidad”. Y el desafío, para la Psicopedagogía, es hoy en día, escuchar la singularidad, respetarla, e ir trabajando con ella y con los “tropiezos” que ésta pueda tener, para ir ayudando a ese sujeto a ir “destrabándolos”.

En fin, la Psicopedagogía es una disciplina que se hace y re-hace día a día, y no por algunas trabas, debemos evitar avanzar. También es importante que, como profesionales, hagamos un buen trabajo de tolerancia a la frustración con nosotros mismos. Porque si esto no pasa, en lugar de realizar buenas intervenciones para que un otro pueda “hacer”, vamos a terminar en el casillero de no hacer, o de hacer, pero “por” el otro, y esto quedaría muy lejos de lo que debiera ser un trabajo psicopedagógico…

Bien cabe realzar que la práctica psicopedagógica en un hospital, no es solitaria. Si se toma el concepto de que un sujeto es un todo y no un compartimiento con estancos distintos, y se aborda su salud integralmente, se abre el abanico para el trabajo interdisciplinario, como una oportunidad de acceso a lo nuevo y complejo de la situación social actual desde una mirada multidimensional. Es decir, que la Psicopedagogía no puede ser entendida independientemente de su relación con la práctica médica, psicológica, fonoaudiológica, odontológica, social, de enfermería, de nutrición, etc. La interdisciplina no es una sumatoria de campos de saber, sino una interacción y reciprocidad simétrica entre campos de saber. S. Acevedo de Mendilaharsu (1998) que expone que “es imprescindible la concurrencia de múltiples saberes para interrogar problemas complejos”.

Emerson E. Merhy (2006) afirma que el producto del trabajo en salud son los “actos en salud”, constituidos simultáneamente por una dimensión cuidadora y una centrada en los saberes disciplinarios y los órdenes profesionales. Es ese saber psicopedagógico, específico, el que va a ir construyendo ese acto en salud, sumado a otros saberes.

La Psicopedagogía des-anda y de-construye historias, desde un saber específico, para que el otro pueda historizar sus aprendizajes y construir una nueva historia de su aprender; pero, sobre todo, para que pueda andar su nuevo propio camino…

La tarea hospitalaria de un Psicopedagogo hoy en día, es un poco la de un tejedor… teje y arma, en cada encuentro con el otro, para una nueva creación.

*Lic. Romina Centioni. Psicopedagoga y Psicóloga clínica. Máster en Salud Pública. Psicopedagoga de Planta del Departamento de Area Programática y miembro del Comité hospitalario de Prevención contra las Violencias del Htal. Alvarez. Docente de la Universidad de Flores.

 

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA:

  1. Batalla, Juan. “Millennials y educación: cómo sus usos culturales crean un nuevo paradigma. Diario Infobae. Nota del 16/7/2016. Buenos Aires, 2016.
  2. Centro de Estudios de la Educación Argentina. Informe “Hay más estudiantes y más egresados, pero crece la desigualdad”. Boletín informativo Nº 33. Año 4. Universidad de Belgrano. Marzo de 2015.
  3. Merhy Emerson, Elías. “Salud: cartografía del trabajo vivo”. Lugar Editorial, Buenos Aires, 2006.
  4. Pessoa, Fernando. “Los poemas de Alberto Caeiro”. Visor; pág. 12. Madrid, 1995.
  5. Stolkiner Alicia: Las palabras y los gestos, Revista E.Psi.B.A. Buenos Aires, Abril 1995

[1] La Resolución 30/1990 GCBA define al Area Programática (A.P) como “una zona asignada planificadamente a una o varias instituciones de salud para que realicen sobre ella acciones integrales e integradas de salud para sus habitantes y su medio ambiente, siendo conveniente que forme parte de una región sanitaria”. El A.P. es un Servicio que aborda el primer nivel de atención de la salud y recibe derivaciones del Programa de Salud Escolar y sus Subprogramas (Epidemiología, Adolescencia, etc.), del Programa de Cobertura Porteña, de los Distritos Escolares pertenecientes al Área que agrupan aproximadamente 50 escuelas públicas de nivel inicial, primario y 7 escuelas de nivel medio; entre otras derivaciones.

[2] Hago la salvedad de que no hablo por todas las escuelas ó docentes; sólo de unas pocas, y de unos docentes en particular y debido a unos casos en especial.