«Sólo aceptando los límites de su propio saber es como un analista puede, a través de historias inacabadas, aprender del paciente…» M.Mannoni

Es el objetivo del presente trabajo reflexionar sobre mi propio proceso de aprendizaje como psicopedagoga, resultando ser ésta una buena manera de explicitar mis propias dudas en el inicio de la práctica profesional y a la vez de reconocerlas como parte de la tarea.

Psicopedagogía-Psicopedagoga

¿Qué es la Psicopedagogía? ¿Por qué psicopedagogía? ¿Cuál es su objeto de estudio? ¿Psicopedagogía para qué? ¿Yo psicopedagoga?
«Una particularidad de esta disciplina es su objeto de estudio: un «objeto subjetivo» tratado por un «sujeto subjetivo» (M. Müller)
Retomando esa subjetividad del sujeto-subjetivo que ha de ser el psicopedagogo es que pienso en mis primeras experiencias: en tanto subjetivas. Comenzarán a dar cuenta de qué entiendo por psicopedagogía, y cómo comienzo a sentirme psicopedagoga. Y creo que es importante pensar en esto, porque seguramente tendrá que ver con cómo mis pacientes y sus padres, que serán objeto de estudio subjetivo, me perciben como profesional.
¿Podría ser también el paciente ese otro del conocimiento para la psicopedagoga? ¿Se convierten en objeto de conocimiento su historia, la modalidad de aprendizaje que le es propia, los esquemas de acción que utiliza para conectarse con los objetos, la forma en la cual opera? ¿Contribuyen a su vez estos descubrimientos a la propia definición de la identidad profesional de la psicopedagoga? ¿Se favorece de este modo la posibilidad de pensar a su paciente como sujeto particular, y a la vez reflexionar acerca de los contenidos teóricos que hacen al saber psicopedagógico, para que la práctica no se convierta en azar o intuición?

Para definir el Proceso de aprendizaje:

Tomo de Alicia Fernández la idea de considerar al aprendizaje como un proceso y una función, que va más allá del aprendizaje escolar y que no se circunscribe sólo al niño.
Sara Paín, considera el aprendizaje como el proceso que permite la transmisión del conocimiento desde otro que sabe (otro del conocimiento) a un sujeto que va a devenir sujeto, precisamente a través del aprendizaje.
Después de un tiempo de recorrido, comprendí que era cierto eso de que el diagnóstico es necesario para la psicopedagoga, por la necesidad de comenzar a conocer al paciente. Creo que el diagnóstico permite establecer un vínculo en el cual comienza a darse un proceso de aprendizaje para ambos.
Y me pregunto acerca de la posibilidad de otorgar a los pacientes ese derecho a enseñar su propia historia y su propia modalidad de aprendizaje, dando lugar a percibir esas señales de conocimiento, para que a través del intercambio también los pacientes vayan aprehendiéndose como sujetos, y recorriendo sus propios procesos de aprendizaje, a la vez que yo misma voy aprehendiéndome como psicopedagoga.
Aquí es donde la actitud clínica me resulta un aspecto fundamental a comenzar a aprender. Dado que desde la teoría, el diagnóstico constituye un «encuentro clínico» entre dos sujetos. Y esto significa dejar abierta la posibilidad de encontrarse con un sujeto que sabe de sí mismo aunque cree ignorarlo, y que comenzará a decir, sin saberlo, por qué no quiere saber. Entiendo que esta actitud clínica permitirá situarse frente a un ser de palabra, con lo cual resultará importante aceptar el lenguaje particular con el que el paciente y sus padres hablen acerca de lo que les sucede, escuchar los síntomas partiendo de la ignorancia y del desconocimiento de cada nuevo paciente y de su familia, y tratar a su vez de descubrir el lugar que me estarán otorgando como profesional.
Según Sara Paín: «La única forma de ser y sentirse sujeto es recibir de los demás un reconocimiento, un valor, un espacio para diferenciarse y expresar su propia verdad»

Conocerse-darse a conocer:

¿Surge una dificultad para aprender cuando este espacio para diferenciarse y expresarse por diversas circunstancias no está dado o se presenta confusamente? Entonces este sujeto: ¿Cómo se dará a conocer? ¿Qué imagen de sí mismo habrá construido para dar a conocer?
Le pregunto a Inés acerca de su segundo nombre, Elva, cuando ella lo lee de la tapa de su historia clínica, ya transcurridas varias sesiones diagnósticas: «Mi mamá y mi papá me lo pusieron. Yo me llamo como mi tía: Inés Pequeña Elva»
En la cuarta entrevista con Emanuel le propongo que haga una autobiografía. Se queda pensando frente a la hoja, sin poder hacer nada. Charlamos entonces sobre lo que es una biografía. Después de un largo silencio me entrega la hoja: «No sé cómo explicarlo… Está en blanco mi vida»
En la entrevista siguiente retomamos lo anterior y me dice:»Es muy rutinaria mi vida. Te cuento un día y después es todo lo mismo»
Más adelante le propongo el HTP y cuando llega el momento de dibujar la persona dice: «Es marciano…Es una persona muy peculiar. No sé cómo explicarlo. Es una persona muy rutinaria(…) se me ocurrió un personaje, un profesor»…
De este modo Emanuel se va dando a conocer, y revela la imagen pobre que tiene de sí mismo (que coincide con la expresada por sus padres y docentes). Va esbozando la necesidad de un espacio para diferenciarse como sujeto, y la búsqueda de nuevas figuras para identificarse.
Dice el papá: «Es desordenado, no le importa nada. Es vago para todo»
Dice la mamá: «Lo veo muy infantil. Muy abandonado, es como un ciruja… No sabe qué hacer. Es vago hasta para hablar, ahora habla como para él»
Dice Emanuel, y puede hacerlo una vez que ya ha iniciado el tratamiento «Yo soy vago, no hago nada, nada más juego, juego…Siempre hago las mismas cosas. Otra cosa no se me ocurre»
Pienso también entonces, en la posibilidad de dar un lugar de saber a ese sujeto que llega al consultorio precisamente creyendo no saber, que argumenta ante las primeras propuestas:
Como Emanuel: «Yo no sé dibujar» «Va a ser el peor dibujo del mundo» «Yo tardo mil años. Lo podría hacer mejor, pero tardo una hora»
O como Inés: «Yo no sé leer. Yo quería leer algo, pero no podía»
«Mi mamá dice que hablo mal…Hablo como chiquita»
Y desde esa posición de no saber acerca de nada de lo nuevo que se le propone, durante el diagnóstico (y más aún después) se trabaja para que logre mostrar todo aquello que sí sabe acerca de sí mismo y también, por qué no, de dibujo, escritura, lectura y juego.
Me resultó interesante tomar la idea de Silvia Schlemenson, quien considera que el objetivo del diagnóstico consiste en otorgar sentido histórico a la modalidad cognitiva de un sujeto, y reinscribirla como una de las manifestaciones posibles del comportamiento general del niño.
Conversamos con Emanuel sobre cosas que en un comienzo, a simple vista parecen lo mismo, pero que si comenzamos a contar un poco más no son siempre iguales, y concluye: «Puede ser lo mismo, pero cambiando algo, ahí es más divertido».
Conversamos con Inés sobre hablar como chiquita y hablar como grande, y cómo los demás también pueden darse cuenta de esto. Ella me dice:
«Mi mamá y mis hermanos creen que soy bebita. Mi papá me dice bebita y yo le digo que no soy bebita. Igual me sigue diciendo bebita.»
Es propuesto el lugar de saber, por otro dispuesto a aprender acerca de él como sujeto… Pienso entonces, en la incidencia que tiene en estos aspectos el diagnóstico psicopedagógico, y el espacio de la devolución.

«La escena temida nunca ocurre…»

Algo… miles de las que después aprendí, eran escenas temidas, o tal vez eran una sola, la que se había gestado a partir de la admisión con esta pareja, padres de mi futuro primer paciente del Centro, y especialmente al escuchar frases del padre, tales como: «…Usen la picana si quieren…»
«…él tuvo un trauma psicológico, en un campo de reclusión…»
«…en el campo de concentración nos trataban mejor…»
«…él vuela a la altura de un Cóncord…está a cinco mil metros de altura»
Todo esto refiriéndose a su hijo, y a lo cual sumaba un rostro con notorias cicatrices y un lenguaje ciertamente confuso.
Me debatía, enfrentándome a mis propias preguntas sobre por qué tanto miedo al encontrarme paralizada frente a un papá que imaginaba militar, represor en la época del proceso, o en el mejor de los casos, ex combatiente de la guerrra de Malvinas. Buscando asumir las preguntas que yo misma no podía hacer sobre la historia y que en este momento estaban ahí, obturando mi propia posibilidad de preguntar a este señor sobre la suya, por temor a encontrarme con algo desagradable.
Tomo los aportes de Kesselman y otros: «Esas escenas a las que llamamos «escenas temidas» pueden quedar como secretos o misterios de cada uno, ser objeto de confesión amistosa y de bromas graciosas sobre la psicopatología de la vida cotidiana o convertirse en objeto de profundización y en una verdadera oportunidad de aprendizaje.»
Una vez trabajadas, según el aporte de estos autores, las escenas dejan de ser encubridoras, para pasar a ser descubridoras.

«Él tiene cerradas todas las puertas… de la cabeza» Dice el papá de Emanuel en la admisión. «Mi vida está en blanco» diría Emanuel pasado un tiempo, angustiado ante la imposibilidad de responder a mi pedido. Algo semejante me había sucedido contratransferencialmente, este señor había logrado impresionarme rápidamente.
«Usted le va a hablar y se le van a abrir las puertas, de la cabeza» Comenta el padre al iniciar la primera entrevista. Y algo así fue sucediéndome también, a medida que pude preguntar sobre la historia laboral de este papá.
Durante la post entrevista, realizando el análisis de los datos obtenidos, y ya mucho más calmada mi ansiedad, logré establecer relación con aquello que tenía que ver con la historia de Emanuel y con su modalidad de aprendizaje, y recoger lo que era mío.
Una escena muy temida: No diferenciar lo propio de lo ajeno en cuestiones históricas, quedar atrapada y no poder preguntar, pensar, cuestionar.

Conclusión para seguir:

«El tiempo y sólo el tiempo, tiene la virtud de decantar aquellas experiencias que han tenido influencia en nuestro quehacer actual. Quedan como mojones a los que solemos recurrir permanentemente para cotejar la tarea cotidiana y proyectar nuevos bocetos de trabajo. Podría tal vez cuestionarse cuál sería la validez del relato de experiencias que no han alcanzado todavía un suficiente nivel teórico. Sin embargo, dentro de la vida de un psicoterapeuta, ciertas actividades tienen la virtud de expresar momentos de un proceso dialéctico, entre su práctica y la teoría…»

Tomo prestadas estas palabras de Kesselman y otros, para finalizar y poder seguir continuando el aprendizaje…

BIBLIOGRAFÍA
· DABAS, Elina «Acerca de la clínica en la formación profesional» Ficha de cátedra.
· FERNÁNDEZ, Alicia «La inteligencia atrapada».1987; Ed. Nueva Visión Bs.As.
· GONZÁLEZ DE BRUSA, Liliana Revista Aprendizaje Hoy: Artículo «Reflexiones acerca de la clínica»
· KESSELMAN, PAVLOVSKY y FRYDLEWSKY «Las escenas temidas de los coordinadores de grupos». 1984; Ed. Búsqueda, Bs.As.
· MANNONI, Maud «De la pasión del ser a la locura del saber» Cap. 5 Aprender del paciente.
· MÜLLER, Marina «Aprender para ser». 1989; Bs.As.
· PAÍN, Sara «Diagnóstico y tratamiento de los problemas de aprendizaje»; 1983; Ed. Nueva Visión; Bs.As.

Lic. Betina Plaza – Psicopedagoga

Este sitio no se hace responsable de los artículos que están firmados.
Los artículos firmados no representan necesariamente la opinión de Por Psicopedagogia.