ENSEñANZAS DEL AUTISMO DESDE EL PSICOANALISIS

Por Laura Bosco*

Es indudable que el autismo es un significante de nuestra época. Es muy común encontrar programas y series de televisión que cuentan entre sus personajes con un niño o una niña «autista» que casi siempre conforma un prototipo a primera vista incomprensible que luego encierra la «clave» que permite descifrar un enigma o simplemente predecir una serie de sucesos unidos y encadenados en una determinación absoluta. Esta imagen no condice con las descripciones de quienes aislaron este cuadro y le dieron este nombre. Hay una transformación que se opera que no es independiente de cómo se conforma la «subjetividad de la época».

Podríamos decir de manera muy sencilla que desde el inicio el autismo plantea una dificultad derivada de la idea que nos hagamos del espacio y de cómo los cuerpos lo habitan. ¿Un niño encerrado en su mundo? ¿Alguien que privilegia su mundo interior y evita el contacto con el exterior? ¿Alguien que encierra un secreto? ¿Alguien que construye un caparazón para defenderse de una angustia que le resulta intolerable? Podemos seguir con las preguntas que se correspondan con las definiciones que se han dado del autismo y en todos los casos nos pondrán a considerar la particularidad de un espacio y un manejo de los cuerpos del que nos es bastante difícil dar una explicación.

Martin Heidegger en el texto Construir, habitar, pensar plantea que el hábitat propio del hombre es el lenguaje. Un lenguaje que nos interpela y que lejos de ser un instrumento del que el hombre es el dueño, es el lenguaje el que es amo del hombre. A más rechazo de la determinación del lenguaje, más el ser humano se condena a lo inhóspito, más se encuentra fuera de lugar. El hábitat del hombre: el lenguaje. A más rechazo de la determinación del lenguaje menos posibilidad de situar un lugar.

Jacques Lacan insistió desde el inicio de su enseñanza y hasta los momentos más avanzados, como por ejemplo en «Conferencia en Ginebra sobre el síntoma» (donde es interrogado particularmente sobre el autismo) en la «evidencia» del lenguaje, para contraponerlo a las teorías que consideran al gesto como pre?verbal pero además para hacernos considerar que a pesar de que alguien no hable no está situado por fuera del lenguaje. También nos lleva, por otro lado, a establecer que el lenguaje no se reduce a la comunicación, ya que hay fenómenos que se relevan claramente en el autismo donde algunas palabras pueden ser dichas y donde queda excluida la intención de comunicar algo a otro.

Hay un encuentro que define al síntoma que es entre los significantes y el cuerpo. Hay una pregunta formulada por Lacan que nos pone en la buena pista ¿por qué en ese encuentro hay algo, tanto en el autista como en el esquizofrénico, que se «congela»? La respuesta que podamos construir no dejará por fuera la consideración de su tratamiento, y el hecho que podamos en Psicoanálisis desprender lo que el autismo nos pueda enseñar.

*Analista. Miembro de freudianas, Institución de Psicoanálisis.