Sociología. El papel clave de la juventud cruza la Historia. Hoy se lo victimiza y se le niega su capacidad de constructor, sostiene el ensayista Dardo Scavino.

Por Marcela Mazzei

Los jóvenes como peligrosos y marginales fueron blanco de la sociología y el cine desde mediados del siglo XX. “Ahora se suma la victimización de la juventud, es decir, convertir a los jóvenes en víctimas, de la desocupación, del accionar policial”, sostiene el intelectual argentino Dardo Scavino. “Pero para el pensamiento que aquí comienza con Echeverría y Alberdi, la juventud no era simplemente una víctima, era un sujeto capaz de crear otro tipo de sociedad”. Precisamente en el surgimiento, las transformaciones y el ocaso del culto a la juventud en los siglos XIX y XX está el eje de su próximo ensayo, que editará Eterna Cadencia, y que adelantó en una conferencia pública en la Universidad Nacional de San Martín, con el sugerente título “La apoteosis de la juventud o el surgimiento de un discurso moderno”.

–¿A qué se refiere con apoteosis de la juventud?
–Es literal. En griego, significa la divinización o el endiosamiento de la juventud, que no tiene un sentido peyorativo. No lo tomo en el aspecto del culto ligado a la belleza y la fuerza, que es algo que siempre ocurrió. Quevedo en el siglo XVII retoma los epigramas de Marcial, poeta satírico griego, para burlarse de los que se maquillaban y teñían el pelo. Es tan antiguo este deseo por parecer joven como la propia crítica moral de ese deseo. Lo tomo, en cambio, en el sentido de que a partir de principios del siglo XIX a la juventud se le va a atribuir un valor divino porque tiene algo de creador: en la juventud está virtualmente la posibilidad de creación de un orden y valores diferentes.

–¿Cómo se vincula esta juventud divina con “La palabra minoría”, concepto que trabaja en otro texto?
–Allí se muestra que hasta la Revolución Francesa, los pueblos se pensaban como individuos que tienen infancia, juventud y edad madura; y el ideal al cual se tendrían que dirigir todos es hacia esa madurez cultural social que, por supuesto, para los pensadores del siglo XVIII había alcanzado Europa. Por eso aparece la versión imperialista de este pensamiento.

–¿Desde cuándo se da esta división entre los pueblos?
–En realidad los menores para los antiguos romanos no eran sólo los menores de edad, sino todos los que no se podían gobernar a sí mismos (mujeres y esclavos) y deberían vivir bajo la tutela de otros. En Roma, a los 17 años se hacía la juvenalia que es una ceremonia donde se le entregaba al joven la toga viril que lo habilitaba para ir a la guerra. La juventud sobre todo es la etapa de la vida de los individuos en que pueden hacer la guerra, y dura hasta casi los 50 años. A partir de entonces ya es un senior , como diríamos hoy, y su función es más política que guerrera: se encarga de los asuntos públicos en la paz.

–¿Cómo llega este pensamiento a la época moderna?
–La apoteosis moderna de la juventud surge en ruptura con ese esquema, donde la minoría ya no es más la edad que aspira a convertirse en mayoría sino la que rompe con la mayoría. El pensamiento progresista guarda esta idea de minoría y mayoría de la antigüedad romana, pero después de la Revolución Francesa, con las nuevas democracias de masas, la mayoría comienza a ser el más grande número (que era el vulgo simplemente para los romanos). Así como la minoría ya no es el grupo que se dirige hacia la mayoría sino que se aleja, la juventud ya no aparece como la edad que es el pasaje entre la infancia y la edad madura sino la que puede romper con el status quo, y traer un nuevo vigor, valores y formas de vida.

–¿Qué acontecimientos históricos responden a esta idea?
–En 1828, Jean Jaques Fazy, político suizo, escribe Sobre la gerontocracia , donde denuncia este régimen de los mayores y reivindica la juventud como valor político. Tres años después, Mazzini, amigo de Fazy, funda la famosa Asociación Joven Italia, que va a estar en el origen de la Unidad y la República italiana, y que va a conocer una serie de imitaciones, entre ellas la Asociación Joven Europa. Y es justamente inspirándose en ambas que Echeverría y Alberdi fundan la Joven Argentina en 1837, que va a dar lugar al inicio de nuestro pensamiento político nacional, podríamos decir. Aparece por primera vez en la Argentina la juventud como valor político de ruptura con el antiguo régimen, que en ese caso sería el de Rosas.

–¿Y en la Revolución de Mayo?
–Muchos dicen que la Revolución de Mayo fue hecha por jóvenes. Es cierto que Moreno, Monteagudo, eran jóvenes, pero en el discurso no estaba valorizada la juventud de por sí. Incluso, en los discursos de Monteagudo el problema de la juventud es cómo había que educarla.

–Hay toda una tradición de movimientos juveniles, ¿cuál es el vínculo con el pensamiento juvenilista?
–Sobre todo en América Latina, un episodio clave es la publicación en 1900 de Ariel (el ensayo) de (José Enrique) Rodó, un texto para los jóvenes, donde la juventud aparece como sujeto de transformación social; y que va a inspirar otro libro fundamental: El hombre mediocre, de José Ingenieros. En la reforma del 18, que va a ser el movimiento juvenilista más grande de América Latina, van a participar el Che Guevara, Fidel Castro y casi todos los grandes dirigentes políticos del siglo XX de la región. Fue gente que hizo sus primeras armas en el movimiento que se inició en Córdoba en 1918 con la idea de Deodoro Roca de que la universidad no tenía que ser un lugar simplemente de aprendizaje de las lecciones dadas por los profesores sino de creación de nuevos valores y formas de vida, de creación de una nueva sociedad . Todos los discursos sobre la juventud son herederos de la Reforma, el guevarismo y la idea de creación de un hombre nuevo, que es el hombre joven. Hay una inversión cronológica: el hombre no va de la juventud a la vejez sino al revés. En el tiempo histórico está lo viejo y lo que viene después de lo viejo es lo joven, lo que cambia lo viejo.

–En la Argentina, sin embargo, perdura la idea de juventud política relacionada con los proyectos utópicos.
–En América Latina en general ese proyecto del hombre nuevo sigue teniendo vigencia, se lo sigue valorando, a diferencia de lo que puede ocurrir en Europa donde es algo que quedó absolutamente obturado y fue dejado de lado.

–¿Y qué es lo nuevo, entonces?
–Lo que se ve hoy al menos en otros países occidentales es que esa creación de un hombre nuevo en el sentido social, político y cultural quedó afectada y marcada por lo que fue la experiencia revolucionaria del siglo XX, y tiende a ser dejada de lado como posibilidad. Curiosamente, lo que aparece reemplazando ese hombre nuevo es el hombre nuevo biológico o cibernético, la idea de que a través de las transformaciones genéticas o cibernéticas, de implantes a hombres máquinas, se puede crear un hombre nuevo, que sea diferente del hombre que existe, pero del hombre biológico, no del cultural.

–¿Desideologizado?
–Sí, lo que ahora llaman biopoder. Antes el poder actuaba sobre la vida social y existencial; hoy puede actuar directamente sobre la vida biológica. Se pueden seleccionar o suprimir los futuros hombres de acuerdo a sus características. Las políticas eugenistas del nazismo se pueden llevar a cabo hoy con muy poca dificultad. Además, el mejoramiento de las capacidades humanas a partir de los implantes o las conexiones con lo cibernético da lugar a un nuevo tipo de sujeto y de subjetividad. Esa es la gran novedad del siglo.

–Pero entonces ¿esas políticas del nazismo serían aplicables hoy?
–Lamentablemente hoy nos acercamos a esas fantasías nazis, en el sentido en que el tiempo biológico de envejecimiento de un individuo se puede dilatar, algunos dicen hasta cinco veces. Hoy la ciencia está en condiciones de hacerlo, ocurre que no se saben cuáles van a ser las consecuencias. Las nuevas generaciones son las que regeneran la sociedad, eso siempre vino acompañado de un discurso biológico. En el antiguo racismo aparecía esta idea de que las razas evolucionaban también como los individuos, es decir, había razas que eran más infantiles, razas más maduras. En el nuevo racismo, en cambio, las razas consideradas inferiores son las razas decadentes, las viejas. Para el nazismo los arios eran una raza regenerada, lo contrario de degenerada. Y una raza regenerada es una raza joven.

–Muchos estudios sobre la juventud apuntan a un diagnóstico de signo negativo: los ni ni, la cultura del reviente, la delincuencia, ¿lo ve así?
–A lo largo del siglo XX hubo toda una sociología de la juventud que la vinculó a formas de marginalidad. El famoso libro Street Corner Society (La sociedad de las esquinas), de Williams Whyte (1943); después vino la época de Rebelde sin causa , Semilla de maldad y todas esas películas. Eso va a proseguir: Stanley Holbert, escribe Adolescence (1904), el libro iniciador de la psicología de la adolescencia, que también vincula al joven con comportamientos que resisten la norma. Se convirtió al joven en un ser peligroso, de alguna manera, que amenazaba desde el punto de vista delictivo la sociedad.

–Una idea que mantiene vigencia…
–Eso sigue existiendo y ahora se suma la victimización de la juventud, es decir, convertir a los jóvenes en víctimas (de la desocupación, del accionar policial). Pero lo interesante era que para el pensamiento que aquí comienza con Echeverría y con Alberdi, la juventud no era simplemente una víctima, era un sujeto capaz de crear otro tipo de sociedad. Hoy el pensamiento victimario avanzó como un pensamiento seudo político muy importante, donde toda minoría, para darse un valor político, tiene que convertirse en víctima de algo. Justamente la víctima es alguien que apela a la justicia para que se repare lo que está sufriendo. En cambio, el pensamiento político de la juventud quería otro tipo de sociedad, no pensamiento victimizante.

–De nuevo la palabra minoría…
–Ahora la minoría se convirtió casi en sinónimo de víctima. Algo que supuestamente la justicia o la legalidad actual puede reparar. En cambio, el pensamiento de transformación social, al cual estaba ligado el surgimiento de la juventud como sujeto, pensaba que la sociedad actual no podía crear otro tipo de sociedad. La propia desaparición de la idea de transformación de la sociedad hizo que las minorías buscaran una reparación en el orden actual de las cosas. Por ejemplo, el movimiento homosexual estaba relacionado con la idea de una transformación de la sociedad, de las prácticas sexuales y una crítica de la familia tradicional conservadora. Ahora, reivindican ser una familia como esas, lo que está perfectamente bien, pero quieren entrar y que la justicia repare como daño la prohibición que tenían de casarse como el resto. Ahí es muy clara la transformación actual.

–¿Cómo se interesó en este tema?
–La principal razón es que hubo dos maneras de entender la modernidad. Una es la progresista, que entiende que la sociedad se desarrolla no sólo en lo económico sino también en lo social, en lo legal, en lo político, en lo cultural, o sea que la idea misma de desarrollo remite a esta idea de crecimiento… La segunda es la modernidad como ruptura. Ya no la idea de un desarrollo sino de que la modernidad valoriza la ruptura con el status quo, con el orden dominante. Que se privilegia a las minorías por sobre las mayorías. Las minorías son las que rompen con las mayorías. Ese pensamiento está estrechamente ligado al pensamiento juvenilista. Las dos tendencias de la modernidad no son lo mismo. El propio marxismo siempre ligó la posibilidad de liberación del humano al desarrollo de las fuerzas productivas que va a llevar inevitablemente a una sociedad comunista. Y Benjamin que justamente comienza como pensador juvenilista, tenía horror de esa concepción del progreso material que le achacaba a los socialdemócratas. Pensaba en una dimensión mesiánica, que las vanguardias de algún modo rompían con un orden dominante, y por eso la liberación de los humanos pasaba por esa ruptura y no por el progreso material o de cualquier tipo.